Alvaro Reizabal
Abogado
JO PUNTUA

Estado de despecho

Estaba España despechada: nada menos que un prófugo pretendía presidir una región del crisol que conforma la unidad indisoluble de la Patria. Así que a la cada vez más resabida vicepresidenta se le ocurrió la original idea de acudir al Tribunal Constitucional, que parece haberse convertido en un órgano auxiliar del Gobierno central en servicio 24 horas. Da lo mismo que sea sábado, que el Consejo de Estado no vea materia recurrible, da igual la hora, todo da igual, porque la cuestión catalana es cuestión de Estado y antes roja que rota. Total que acuerdan con tan tradicional como sorprendente unanimidad, no admitir a trámite el recurso del Gobierno, pero adoptan unas medidas cautelares sin que nadie se las solicitara, que, en la práctica, impidieron la celebración del Pleno de investidura. Todo vale en este tema con tal de deslegitimar al enemigo, hasta la violación flagrante del secreto de las comunicaciones, con publicidad en todos los medios de mensajes eminentemente personales, contra la voluntad del remitente y del destinatario. De Puigdemont han dicho de todo porque pretendía participar en las sesiones por medios telemáticos, cuando la Ley 40/15 establece como norma general que todos los órganos colegiados de la administración podrán constituirse y celebrar sus sesiones, adoptar acuerdos y remitir actas tanto de forma presencial como telemática, equiparando ambas formas, lo que evidencia que su pretensión no es aberrante como dicen.

Y mientras Rajoy demuestra su absoluto desinterés por tratar de paliar la brecha salarial entre hombres y mujeres, aunque abrumado por las reacciones que su postura ha despertado recule con la boca pequeña, se celebran los cincuenta años del monarca con regalo a la niña de Toisón de Oro por valor de 50.000 euros de nada y consejos para el buen reinado. Impresiona por casposo el escenario palaciego y todo el boato que rodea el evento, pero lo que más me ha emocionado es ver a la niña doblar la rodilla y agachar la cabeza ante su padre, el altísimo. La imagen de la infanta genuflexa del siglo XXI.