Anjel Ordoñez
Periodista
JO PUNTUA

Derroteros y derrotas

Corren tiempos de desaliento para quienes, en mayor o menor medida, dedican sus esfuerzos a tratar de cambiar este mundo. «Estoy enferma y cansada de estar enferma y cansada», decía Fannie Lou Hamer, activista norteamericana por los derechos civiles, de quien también rescato otra cita: «Nadie es libre hasta que todo el mundo es libre». Difícil ser optimista cuando el listón raya tan alto. Sigo citando: «El desánimo y los fracasos son dos piedras seguras en el camino hacia el éxito», decía el Dale Carnegie en una versión culta del popular «de derrota en derrota hasta la victoria final».

Perdón. A lo que voy. La derrota del buque independentista catalán cada vez se muestra más incierta. La división interna y la pugna partidaria son los peores timoneles que la sociedad catalana podía elegir para enfrentarse a esa gran tormenta desatada que es el Estado español en su siempre firme determinación por aplastar las legítimas aspiraciones los pueblos que se niegan a inclinarse ante la amenaza y la represión. Los reproches mutuos entre ERC y Junts per Catalunya, las decisiones unilaterales y las acusaciones de deslealtad –cuando no directamente de traición– hacen temer por la integridad de un proceso que ha generado una ilusión de dimensiones que solo podría superar el desencanto por un fracaso fraguado en viejas y nuevas rencillas.

Mientras tanto, aquí, en Euskal Herria, continúan los esfuerzos por recomponer un escenario de construcción nacional que en los últimos tiempos se ha visto muy debilitado por razones tan complejas como variadas, y que todos conocemos. En ese contexto parece situarse la simbólica imagen que ofreció la semana pasada la reunión entre EH Bildu y Confebask. Normalizar las relaciones con la patronal ofrece al paladar un amargo retrogusto biliar difícil de soportar después de décadas de enfrentamiento, de violencias bidireccionales, de sufrimientos individuales y colectivos. Toca explorar, parece. Aunque sea en terrenos pantanosos y rodeados de voraces saurios que, a la que te descuidas, te llenan el cuello de dientes.