Idiotas
Idiotas del mundo, uníos. Ernesto Sevilla, uno de los que contribuyeron a hacer una de las peores galas de los Goya de todos los tiempos, con una caída de audiencia representativa, se despertó y pasó a la defensiva de las críticas casi unánimes recibidas en las redes con una frase mítica que ya utilizaba con sus personajes en aquella admirada y aplaudida “Hora chanante” que convirtió a Albacete en el centro del humor árido: “No podréis conmigo porque soy idiota”. Muy buena actitud. Los idiotas somos invulnerables. Pero su actuación junto a Joaquín Reyes fue deplorable. Lo juro como idiota irredento con varios trienios.
No encontraron en el guion, ni en el ritmo, ni en su actuación algo que pudiera considerarse apropiado, genuino, divertido. Quizás, quizás, dos vídeos: el de Karra Elejalde en el rincón del agradecimiento y una intervención de Carlos Boyero en que les decía que su trabajo era revolucionario porque en vez de poner a un payaso listo y uno tonto, ellos eran dos payasos tontos. Bueno, un chiste cutre. En el tono general de todo el guion casposo, ortopédico, infumable. No alcanzaron nunca un momento de conexión, parecía que estaban enfadados entre ellos y de repente desaparecieron, salían y daban paso a los demás, algo pasó dentro.
Un fracaso en toda regla que, hasta la fecha, no ha sido certificado en las críticas, porque son unos tipos eficaces en otros momentos, divertidos, con algo diferente y que ese sábado se convirtieron en algo vulgar, una mueca, en unos comicastros supervalorados. Ahora deben colocarse en su lugar apropiado. Recuperar lo perdido en una noche aciaga. Porque ellos nacieron en la tele, viven en la tele, se han hecho millonarios en la tele y en la tele han hecho su peor actuación, que les puede apartar algo de la tele, porque la tele no paga fracasos memorables. Ni a los idiotas más reconocidos.