No echen la culpa al frío, los mató nuestra miseria
Un documento Excel, como los que tan banalmente utilizamos para llevar las cuentas domésticas o para organizar el calendario laboral, sirve también para sacar a la luz, en tiempo real, el rostro de una tragedia consentida.
El colectivo Les morts de la Rue ofrece ese artesanal sistema para recopilar información sobre aquellas personas para las que la calle se convirtió un día en el único cobijo, y cualquier otra fecha en el testigo mudo de su despedida.
Ayer por la mañana acudí a ese contador no oficial que, por modesto que parezca, sirve, al menos, para escupir en el rostro a la hipocresía social y a la desidia oficial ya que, como nos recuerdan las asociaciones que rompen con su trabajo el círculo del silencio, esto no es un problema de barómetro, pues la intemperie social no sabe de estaciones.
La estadística es rudimentaria, porque son parcos los recursos con que cuentan los colectivos que miran de frente a ese lado oscuro de nuestras rutilantes ciudades.
En ese parte provisional con 48 bajas no figuraban todavía dos ciudadanos que han perdido la vida, a las puertas de nuestra casa, en ese cuerpo a cuerpo con la injusticia.
No puedo decirles gran cosa de ellos, porque el manto de esta bancarrota social y moral se encarga de deshumanizar esta sangría de vidas.
El cuerpo de un «sin techo» apareció el jueves pasado en el barrio de Saint-Esprit, en Baiona. Este miércoles fue hallado muerto en la tienda de campaña en la que se cobijaba otro indigente, esta vez en Bokale. A la espera de un deshielo de las conciencias, vaya para ellos este recuerdo.