Raimundo Fitero
DE REOJO

Fama

Cuesta apartarse del acontecimiento porque en Almería no se está rodando un western, sino algo mucho más cercano a un drama lorquiano. Aunque las imágenes de la muchedumbre agolpada, se supone que espontáneamente, delante de la verja de una casa cuartel pidiendo entrar recuerdan a otros oestes, a otros registros políticos y estéticos. Se aprovecha cualquier circunstancia para aplicar la manta retrógrada, de retroceso, de ir colocando conceptos extremos. Se pedía linchamiento, pena de muerte, cadena perpetua revisable a gritos. La dominicana Ana Julia es solo una sospechosa.

Yo estuve viendo la primera gala de “Fama, a bailar” y me pareció una propuesta de una cargada estética urbana, postindustrial, con una voluntad de difusión y acercamiento a grandes masas de estilos algo más complicados y elaborados de la danza más actual, que parece contar con un buen casting en el sentido de haber elegido a dieciséis personas con dotes, formación y características muy diversas y que cuenta con un excelente equipo de profesores, con la dirección de Igor Yebra, que compagina su dirección del Ballet Nacional Sodre de Uruguay y que se mostró muy serio.

Yo diría que muy aburrido. Con un repertorio de adjetivos muy corto, pero que parece transmitir un rigor muy necesario, aunque intenta ser cercano.

Lo presenta con suficiencia Paula Vázquez, una rescatada para la televisión, el espacio donde sucede es una fábrica abandonada convertida en taller, estudio, plató, la escuela se emite 24 horas por #0 y hay otro profesor vasco y un bailarín, de Bilbo, pasado algo de peso, pero que bailó de manera adecuada y conjuntada. Hay material humano para hacer un buen programa. Hay canto al trabajo, al esfuerzo, al estudio, lo que siempre es recomendable. Parece una fama positiva.