Oihane Larretxea
Periodista
IKUSMIRA

Obscenos de pro

Me cuenta un amigo que ya no vive en su piso de alquiler. Ni él, ni el resto de la comunidad. Todo el bloque ha sido vaciado. Se vislumbra un nuevo hotel. Calle Aldamar. El filo que separa lo Viejo del ensanche oriental y que no ha sido declarada «zona saturada», pese a soportar una tasa de pisos turísticos mayor que otras calles del barrio.

Suena el timbre. Dos municipales nos informan en persona de que el piso adyacente ha sido clausurado y que estemos vigilantes. Un tercer piso. No cumple la ordenanza municipal. Ni antes ni ahora, pero durante tres años ha funcionado de maravilla. Dinero fácil, ¡qué sabroso! El mismo que a fin de cada mes recibe por otras propiedades, como buenos locales y pisos.

Un hombre no puede ocultar su decepción cuando en las oficinas abiertas ex profeso en el ayuntamiento para atender las cuestiones relativas a los pisos turísticos le comunican que su casita bien puesta no cumple los requisitos. Que cierre el chiringuito, vaya. «En cualquier caso, puede alquilarlo como vivienda residencial a una familia», se le propone. «¿¡Pero cómo voy a cobrar 800 cuando puedo sacar 1.600?!», exclama. Lo que no dirá en privado. Para mear y no echar gota. Lo que verdaderamente me alarma es que hay muchas personas de esa especie, e imagino que se consideran buenos donostiarras. De pro.

Comer por comer. No tienes hambre. Es puro vicio, es gula, incluso vanidad. Avaricia. Tienes suficiente, de sobra, pero quieres más. Has empezado y no puedes parar porque cada vez sabe mejor. Lo hace el resto y tú también. «Es que si no eres tonto». Obsceno. Gente obscena. De pro.