Carlos GIL
KUKAI

La cadencia que funde a uno en todos

Entre la niebla, allá donde las pisadas se pierden, cuando la noche no acaba de empujar al día, de uno en uno, en solitario, en llamada a los otros, con una voz que parece surgir del centro mismo de la vida humana cuando se funde con la tierra, se comienza un rito, una danza, una iniciación a los sentidos, a la integración. De uno, en uno, hasta ser junto a los otros, el todo. Juntos como ceremonia, como comunión, en el ritmo, el sudor, las voces, la penumbra que se barre con una luz que dibuja los cuerpos que se cruzan en el espacio. Una cadencia que se marca con la voz en directo de David Azurza, un canto que suena antiguo, que suena más allá de los ismos, más allá de los conceptos religiosos, como una fuente de una fuerza telúrica que se complementa con las de un coro repartido entre el público y que forman el auténtico corazón musical que parece movilizar a esos cuerpos que no se cansan, que no paran, que resoplan, con una utilización de la respiración como elemento de vida porque moverse con tanta belleza, con tantos reiterados pasos y conjuntos coreográficos, hacen de Kukai un espectáculo sobrecogedor.

Corta la respiración, la coreografía de Sharon Fridman con dramaturgia de Antonio Ramírez, logra una atmósfera inquietante, un lenguaje que, partiendo de lo clásico, de lo ancestral, se convierta en una pieza contemporánea que escapa a los cánones y adquiere excelencia artística que consigue integrar a los espectadores en este ritual de convivencia, de restauración de lo colectivo como símbolo de paz. Cuando el arte ayuda a comprender la vida como una experiencia compartida.