Raimundo Fitero
DE REOJO

Lujuria

La jerarquía de la iglesia católica española está preñada (perdón) por obispos ultramontanos que aparecen en nuestra vida atribulada de un verano conspicuo para recordarnos que vivimos en una sociedad donde unas personas, la mayoría, vivimos, con contradicciones, en los principios del siglo XXI y otros, estamos haciendo el censo en las sedes del PP, se quedaron instalados de manera perpetua en el XVII, aunque utilicen tecnología del XX.

En esta categoría, hay grados, y en la cúspide de lo anacrónico está un reconocido arzobispo de Alcalá de Henares, el nunca bien señalado como descerebrado y tóxico Juan Antonio Reig Pla, que después de todos sus esfuerzos por “curar” la homosexualidad, acaba de lanzar una nueva asociación de autoayuda llamada, atentos, “Sexólicos Anónimos”, que tiene una única misión: ayudar a los que allí acudan a liberarse de la lujuria y encaminarlos a la sobriedad sexual. No hay comentarios. Estos rijosos atormentados sexuales de la Curia son capaces de fundar lo que sea con el único fin de alimentar sus filias, sus vicios. La lujuria es un pecado capital. Pero más pecado es robar. Y de eso no dicen nada los obispos, si los que roban son ricos de confesión diaria.

Tengo siempre dudas metodológicas sobre muchas de las cuestiones sobre el sexo, sus cantidades, sus cualidades, sus exégetas, reglas, frecuencias y demás utopías. Estoy por la libertad absoluta y la diversidad sexual como ley fundamental de la estabilidad emocional. Lo cierto es que allí donde más morboso, indecente y tormentoso se ha realizado el sexo oculto, allí donde existe una bien labrada historia de la inmoralidad y el abuso, es donde más aparecen cínicos hablando de lujuria y de excesos. Por cierto, sigo sin saber con exactitud cómo de detecta una adicción al sexo. ¿Existe adicción al no sexo?