Raimundo Fitero
DE REOJO

Termómetros

Forman parte del lenguaje veraniego: los termómetros públicos en playas, plazas, terrazas, calles y paseos son el testimonio de que estamos sufriendo la ola de calor habitual en cada verano desde que la televisión se convirtió en testigo desubicado de los calores pasados o venideros. Antes contabas a tus amigos y familiares lo que era atravesar las castillas en un coche sin aire acondicionado y todos pensaban que exagerabas. Ahora exageran los termómetros colocados al sol que calienta mucho. O como dice el uso periodístico: se disparan los termómetros. Tiroteo entre termómetros. Estos calores acotan la conversación. Y crean estados de conciencia muy alterada. Y peligros para la salud con los aires acondicionados que enfrían de manera criminal los adentros de los edificios lanzando más calor a las afueras de los mismos y consumiendo electricidad en demasía. En La2, en ese espacio que debería estar protegido por todas las instituciones que defiendan la sensatez, “El escarabajo verde”, nos ofrecieron un reportaje fascinante que se situaba en Corella. Dos especialistas, llamados rastreadores, una suerte de vigilantes de la fauna realmente existente en los alrededores de la población navarra recorrían con una reportera campos, caminos, rastrojos y nos iban señalando con las huellas en el suelo, los excrementos, las pieles, la existencia de una serie de animales que normalmente no se imagina nadie de que están allí. Era una lección magnífica, pero mostrada con una exuberante sencillez, de cómo convivimos con animales que no vemos, que huyen de nosotros, pero que forman parte del equilibrio ecológico. Lo importante de esta entrega era que a estos dos jóvenes se les notaba que amaban su trabajo y lo transmitían con entusiasmo.   Voy a mirar los termómetros de audiencia para sufrir un sofoco por la poca atención a lo bueno que nos da la tele.