Líneas rojas y verdesen Macronia
La dimisión de Nicolas Hulot ha dejado al gobierno de Emmanuel Macron sin su particular corazón verde. Así las cosas, Macronia, ese planeta nuevo imaginario, ha perdido biodiversidad, y su líder ornamento natural.
Antes del verano, el affaire Benalla restó el primer escudo al presidente jupiteriano. Al regreso de sus vacaciones en un fuerte militar, falso símbolo de un estilo espartano que, de existir tampoco cuadra con su estética, el mandatario ha perdido otra capa de protección, y afronta ya el arranque de curso aquejado de un brote febril de decadencia.
Las líneas rojas primero. La sorprendente declaración de fe girondina a cargo de Macron, que le enfrentó de partida a la visión uniformizadora del Estado, ha quedado pronto en desuso. En unos días, las ikastolas de Ipar Euskal Herria abrirán curso en un ambiente de penuria de medios y expresarán su malestar ante la cerrazón al diálogo por parte de París. Ni hay ni habrá. Ese es el santo y seña en Macronia. Esa máxima, tan poco renovadora, sirve a los responsables educativos para negar el reconocimiento que merece el sistema inmersivo vasco pero también es empleada, sin complejos, por los negociadores de la reforma constitucional a fin de cerrar el camino a la existencia misma del pueblo corso.
Las líneas rojas impiden hacer un camino nuevo. Las líneas verdes, simplemente nunca existieron, eran una tisana para hacer menos indigesto el plato recalentado que ofrece ese sistema devastador y antisocial al que sirve el ex niño prodigio de la banca Rothschild. Macronia, año dos.