82 años de agravios
Aunque han transcurrido ya 82 años, las consecuencias de la Guerra Civil siguen marcando nuestros días. La pasada semana, sin ir más lejos, coincidían sendos actos de recuerdo a dos personas que murieron en verano del 36, ambos en la muga entre Gipuzkoa y Nafarroa, ambos jóvenes de apenas 17 años, pero abatidos por balas de diferente procedencia.
En el puerto de Urto, los herederos de los carlistas que se unieron al alzamiento homenajeaban a Joaquín Muruzabal, primer requeté muerto en combate y único que falleció en suelo navarro. Natural de San Martín de Unx, había llegado a Leitza el 19 de julio junto a varias decenas de jóvenes procedentes de Olite para luchar en la «cruzada contra el comunismo». Recibieron orden de asaltar el puesto de los mikeletes de Urto y murió en el tiroteo. Su funeral se celebró con todos los honores y al año siguiente se organizó un gran homenaje en Leitza. La pasada semana repusieron el monolito en su recuerdo.
En otro punto de la muga, en el puerto de Lizarrusti, una familia de Olaberria asistía a la exhumación del cadáver de su tío, Marcelo Lasa, asesinado en agosto de 1936, cuando solo tenía 17 años, por ser de familia nacionalista. Su cuerpo ha permanecido 82 años en una cuneta y han sido los propios familiares los que han tenido que investigar aquí y allá hasta dar con un testigo que les ha llevado al sitio donde fue enterrado.
El alivio por el cierre de este capítulo tan doloroso se veía empañado por el hecho de que el hermano más joven de Marcelo murió hace cinco años sin llegar a conocer su paradero, tras una vida de miedo, silencio e impotencia.