El dominó
A la vuelta de vacaciones deberíamos reivindicar la política del dominó como una de las maneras de lograr consensos y convivencia más allá de las diferencias de edades, géneros y poder adquisitivo. Hubo una época en la que existió la política del ping pong, que ayudó al acercamiento de los capitalistas occidentales a la China más hermética. Hoy no sabemos quién ganó. China es una potencia mundial. Lo difícil es saber qué filosofía económica inspira sus políticas.
Cuando hablábamos de tigre de papel, se hablaba también del efecto dominó. Si cae una ficha, van cayendo las restantes. Hay concursos fantásticos con este propósito. Con miles de piezas. En geopolítica, no se trata de juegos. Son movidas muy organizadas, desde diversos lugares de los poderes reales, que van cercando las posibilidades de crecimiento de los países. Pongamos que hablo de Centro y Sudamérica. Nicaragua está en una crisis que parece interna, pero huele a ayuda externa.
En Venezuela la cuestión es saber dónde empiezan y terminan las mayores responsabilidades, pero ayer supimos que Trump había barajado con líderes de la oposición a Maduro la posibilidad de un golpe de estado, de los de verdad, no como los que se imaginan el juez Llanera y todos los Zipi y Zape de la política troglodita española.
En Argentina pusieron a Macri, porque Cristina les molestaba. Y con todos los errores de la presidenta, la verdad es que se ha visto la verdadera cara del neoliberalismo salvaje, de la ruina a la que está llevando al pueblo. Y en Bolivia, Ecuador, Brasil, todo parece coordinada para acabar con los sueños de una zona más solidara. Chile con el bipartidismo se equilibra. Se mantiene tranquilo Uruguay, un país maravilloso, pero pequeño. Estuvo Pepe Mujica hablando tranquilo en ese programa histérico, “La Sexta noche”.