Hace pocos días conocí (gracias a una noticia «increíble» para el capitalismo del futbol) la existencia del Clapton CFC, un equipo inglés con 140 años de antigüedad, que funciona como cooperativa, juega en una liga regional y se declara en contra del «sexismo, la homofobia, la xenofobia y el fascismo». Un equipo antisistema, dirán algunos, que este verano ha saltado a los medios por su camiseta. Con los colores de la bandera republicana, la estrella de tres puntas y el famoso grito de «no pasaran» en la espalda, jugadores y seguidores han querido rendir un homenaje a los británicos que lucharon en las Brigadas Internacionales en 1936. Si a esto añado que este setiembre he visitado el Poble Vell de Corbera d'Ebre, testigo inexorable de la Batalla del Ebro; que, además, se da la circunstancia de que, en ese pueblo, el Batallón Británico de la XV Brigada libró su último combate el 23 de setiembre de 1938, un día antes de su retirada, y que mi padre, en aquel mismo tiempo, con tan solo 18 años, luchaba en algún lugar de la Terra Alta, entenderán porque en mi cabeza, y más en mi corazón, se ha producido una especie de tormenta perfecta para hacer en esta columna un homenaje muy personal a la memoria de tantos hombres y mujeres, excepcionales y anónimos, a los que la clase trabajadora debe más de lo que imagina.