Agus Hernan
Coordinador del Foro Social Permanente
GAURKOA

¿Es posible construir una memoria inclusiva? ¿Es el momento?

El pasado 3 de setiembre, en una rueda de prensa ofrecida por el Foro Social Permanente, situábamos el gran reto para este curso en sentar las bases definitivas de una convivencia democrática en nuestro país, basada en una cultura de derechos humanos y paz.

En nuestra opinión tres son las piedras angulares de la construcción de esa convivencia democrática: avanzar definitivamente en el reconocimiento de todas las víctimas de todas las expresiones de violencia; dar solución integral a la problemática de todas las personas presas y afrontar una memoria inclusiva que respete todos los relatos.

Más recientemente, a través de las redes sociales, adquirí el compromiso de seguir aportando a esta última cuestión, la memoria inclusiva, debate esencial para entender nuestro pasado y sentar las bases de nuestro futuro.

El Foro Social reúne en su seno a sensibilidades muy diferentes. Entre las 17 entidades que lo conforman cohabitan personas que estuvieron en pancartas opuestas en momentos de duros enfrentamientos en los años 1993-94. Participan además sindicatos con personas afiliadas muertas por ETA, con torturadas hasta la muerte y con miembros de distintos cuerpos de seguridad. Una asociación de víctimas de la violencia practicada por los Estados y una organización de cristianos de base con una profunda aproximación ética.

¿Cómo cohabitan en el Foro estas realidades? Buscando siempre aquello que nos une más que lo que nos separa. Esa práctica nos permite profundizar en este debate desde ese respeto mutuo y un mismo fin: la construcción de una convivencia democrática.

No somos ingenuos. Es honesto reconocer que en lo que respecta a la «memoria inclusiva» las posiciones están enquistadas. Sabemos que para esta cuestión, a diferencia de otros nudos desatados recientemente, deberá pasar bastante más tiempo.

Desarmar la palabra es un instrumento importante en esta construcción. En el caso vasco las palabras se han convertido muchas veces en «tótems» luego difíciles de superar. Por ello, hay que encontrar términos inclusivos que nos permitan alejarnos de «la batalla del relato» que hay quien se empeña en seguir utilizando y que solo pretende ahondar en trincheras que, aunque costará, ya van desapareciendo de nuestra sociedad.

Para el Foro Social el debate debería responder a la pregunta siguiente: ¿cómo trabajar para sentar las bases de una memoria que, sin pasar página, permita un resultante en que todos los relatos se sientan confortablemente representados? Un resultante en el que ninguna persona se sienta discriminada y que nos permita mirar al futuro sin olvidar nuestro pasado.

¿Es posible este objetivo? Y es que al no haberse logrado el fin de la(s) violencia(s) en el marco de un acuerdo negociado clásico, nuestro país está desarrollando un proceso singular de resolución que ha obligado a buscar soluciones imaginativas y acuerdos parciales.

Entrando en materia, es evidente que hay en el país visiones muy diferentes sobre las diferentes violencias que hemos padecido. Sobre la práctica de la tortura, la llamada violencia de persecución, la violencia parapolicial o, por supuesto, la violencia de ETA existen visiones diametralmente opuestas.

Y yendo al meollo del debate plateado por muchas personas sobre las consecuencias de la violencia de ETA, aunque siempre es un peligro simplificar, existen tres grandes corrientes de opinión en nuestro país:

1. Aquella que piensa que debería haber finalizado (mucho) antes, con relevantes matices sobre el momento: 1979 con el Estatuto de Autonomía, 1982 en el caso de ETA pm, Lizarra-Garazi o Loiola.

2. Aquella que entiende que el ejercicio de la violencia de ETA siempre tuvo sentido hasta el fin de su actividad el 20 de octubre 2011.

3. Aquella que cree que nunca tuvo sentido. Y dentro de esta, con características propias, la perspectiva ética en torno a la legitimidad del ejercicio de la violencia que se da en ciertos sectores con el componente ético desde la fe cristiana.

Decimos bien las consecuencias de la violencia porque es en ellas donde el Foro Social centra su labor. Sin embargo, somos conscientes que son muchos agentes –entre ellos los partidos políticos– quienes a la hora de interpretar esta cuestión miran más a las razones del llamado conflicto.

Cada corriente, con sus innumerables matices, representa a un importante sector de esta sociedad. Unas mayores que otras, cierto, pero esta última es una cuestión que no se puede obviar. Se trata de realidades que co-existen hoy en día.

La experiencia internacional nos dice que ninguna sociedad post-conflicto puede permitirse construir una memoria imponiendo relatos únicos en el que sectores importantes se sientan discriminados.

Pero hay un punto en el que estamos de acuerdo: hay que construir un futuro basado en una cultura de derechos humanos y de paz y el respeto a la voluntad mayoritaria de los ciudadanos del país expresada libre y democráticamente. 

Y ese consenso es ya, de por sí, muy importante para empezar. Un hito en la historia de nuestro país.

Dicho esto, es de recibo constatar que ninguna de las partes parece dispuesta a renunciar a su relato. Es más, nos encontramos en un momento de «pie en pared».

Por lo tanto, partiendo de esa enorme pluralidad de relatos la pregunta que nos hacemos es si existe una posibilidad de construir una memoria inclusiva. Hoy día parece difícil superar ese disenso. Solo parece haber dos alternativas, que uno de los relatos se imponga, con el riesgo de que las condiciones de no repetición se asienten sobre bases frágiles. O aceptar esta realidad actual y dejar que el futuro se escriba sobre una falta de acuerdos mínimos, con lo que ello supondría en la construcción de una convivencia democrática. Cualquiera de las dos nos resulta insatisfactoria.

Sin embargo, la sociedad vasca viene construyendo una convivencia desde hace ya bastantes años en la que cohabitan esos múltiples relatos. Son numerosas las aportaciones que se han realizado en este sentido. Un ejemplo lo tuvimos el sábado 15 en Errenteria. Dos relatos diferentes pudieron compartir un espacio y el objetivo de reparación a una víctima. Nadie ha dudado que se trató de un gran paso adelante.

Estamos a tiempo de evitar que la herida se cierre mal. Toca ahora construir las bases de un contrato social entre instituciones, partidos y sociedad civil que busque el objetivo que decíamos al principio: sentar las bases de una memoria que, sin pasar página, permita un resultante en que todos los relatos se sientan confortablemente representados. Un resultante que, como nos decía recientemente el reverendo Harold Good, puede ser una cohabitación de relatos diferentes como en Irlanda. Desde el respeto y aceptando que nadie posee la verdad única. Pero sin dejar nunca de avanzar en las cuestiones que quedan pendientes de resolver.

Como antes el desarme civil permitió avanzar en consensos sobre las personas presas y la disolución de ETA ha permitido el generoso abrazo entre José Miguel Cedillo y Julen Mendoza en Errenteria, seguramente profundizar ahora en la reparación de todas las víctimas, que evite que nunca más ninguna se sienta abandonada, y dar una resolución a la problemática de las personas presas, ayudaría a dar pasos inclusivos en esta cuestión también.

Son muchas preguntas a las que intentaremos dar respuesta a lo largo de los próximos meses. Todo ello, como siempre, aprendiendo de la experiencia internacional y haciendo recomendaciones lo mas inclusivas y transversales posibles. Por ejemplo, en el V Foro Social del viernes y sábado próximos queremos profundizar en los mecanismos de reparación a las víctimas. Seguiremos aportando.