Raimundo Fitero
DE REOJO

Microplástico

La digresión se encapricha con ciertas imágenes que van acaparando un espacio en nuestras agendas de asuntos a tratar en el año que va a venir cubierto de palabras gruesas, vocablos indigestos y nociones indiferentes. Y un banco de los que acumulan capitales, controlan vidas, reparten miserias y van por ahí con su marca multinacional, junto a una agencia de noticias, deciden con la colaboración de una Fundación, la palabra del año que termina. De todas las palabras pronunciadas, inventadas, neologismos o rescatadas del año de las palabras arcaicas, alguien elige la palabra del año. Y es una palabra cargada de significado: microplástico.

Entonces, uno que consulta algunas veces a dicha fundación, Fundéu, cree que la elección de esta palabra es una manera de crear una cortina de plástico, de lavarse la imagen pública a base de señalar con una palabra compuesta una desgracia planetaria. El plástico va a acabar con la vida en los mares, los ríos, los bosques. Y las bolsas, las botellas de agua, los contenedores de decenas de productos de consumo diario, desde alimentación elaborada, la fruta fresca o la limpieza. Todo eso que es grande, que llena bolsas cotidianamente, se con vierte en microplástico, o va directamente a obstruir canales de desagüe, a crear mantos de muerte en los lechos marinos o fluviales, que van alcanzando los litorales.

La palabra del año, microplástico, es un concepto que se ha ido conformando con el tiempo porque se trata de unas partículas plásticas que se fabricaron para ciertos productos o que tras la descomposición de otras piezas mayores de plástico ahora se detectan en arenas de la playa, sales u organismos de animales de consumo humano. Un problema. Compitió esta voz entre otras cuantas con la de micromachismo. Quizás quedaba pequeña para definir la situación.