Dos series
Hay series que han pasado desapercibidas, especialmente porque su vida ha sido en las plataformas de pago por la falta de riesgo de las generalistas y que marcan un estilo, una narrativa audiovisual que definen estos tiempos en los que la televisión está convirtiéndose en la gran máquina experimental, pero a la vez, de lograr nuevas audiencias a base de tramas, guiones, realizaciones que no se quedan den lo obvio. Cuando los palmeros hablan del buen momento de las series, siempre se refieren a las series producidas por los mayoristas multinacionales y el duopolio español, y en algunos casos, son malas imitaciones y en otros son de consumo interno, en ocasiones, y en su género costumbrista, muy buenas.
Los hospitales y las comisarías son lugares en donde situar series y ya tenemos una experiencia grande para saber diferenciar desde el primer plano la intención y sus resultados. Por eso ver repetida una serie de hace unos años, “Nurse Jackie”, nos ayuda a entender que se están produciendo grandes series, económicas, de media hora por capítulo y que retratan la vida, en este caso de un hospital católico, en su sala de emergencias, con una suerte de guion muy personalizado, pero que no huye de tocar asuntos sociales relevantes. La protagonista es una enfermera, en su trabajo parece ideal, pese a gustarle mucho algunos productos químicos, pero en su vida privada es un desastre. Alucinante.
Una comisaría de un pueblo en el Ártico parece un lugar inverosímil para situar una serie. Pues ahí está “Fortitude”, con un reparto magnífico, una realización absolutamente ejemplar y con unos guiones de difícil clasificación ya que rompe con todos los géneros posibles. La nieve y la sangre casan bien. Violencia desatada en un poblado de unos pocos habitantes, que causa pavor. Adictiva.