Alambre
Es difícil mantenerse en el alambre día y noche, con estas heladas tan penetrantes y las nieblas que no dejan ver el teléfono que lleva nuestra inteligencia subrogada. Empezar el año político, solamente se soporta si uno emula a uno de los grandes ejemplos de este año neonato. En Ibiza han detenido a un varón que ha dado en un control rutinario, positivo en todas las drogas que el aparato de la benemérita puede registrar. Un catálogo. Una cobaya social. Un ser excepcional. Y no se le ha dado la categoría que se merece.
Pero a un alto cargo directivo de Renfe le dan minutos televisivos para que explique lo inexplicable: el ferrocarril decimonónico a Extremadura, que es una noticia de incidentes casi a diario. El relato de los afectados nos deja ante la improbable evocación a la mala suerte, la casualidad, parece más fruto de la negligencia y el desprecio los que hacen de muy difícil eventualidad columpiarse en este alambre no electrificado todavía.
Sin embargo, nos tragamos sin rechistar a un gobierno militar de nuevo cuño y lo arropamos con todas las mantitas de nuestra cobardía. Siete ministros con correas, gorra de plato y botas. ¿Un síntoma? Una aberración. Brasil vivió una terrorífica dictadura militar hace unas décadas. Vuelve por las urnas. Y aquí el alambre se llena de espinos. Es imposible hacer equilibrios. El mejor funambulista actual, que quizás tenga algo que ver con las costumbres del joven ibicenco, es el campeón del mundo de lanzamiento de huesos de aceituna, el pepero Teodoro García Egea, criticando a Canal Sur Radio por emitir desde Nueva York las campanadas. Justo se trataba de una acción subvencionada por los fabricantes de aceitunas negras, que Trump, el ídolo de este murciano, casi ha prohibido por sus aranceles en USA. No se puede hablar y escupir a la vez.