Raimundo Fitero
DE REOJO

Una ruta

Por casualidad me tocó ver en directo la despedida oficial del candidato de Zipi Casado en Málaga del programa en el que ha ido fundamentando su relativa popularidad (nunca mejor dicho) como informador empotrado en la sede construida en B de la banda de Casado. «Según fuentes autorizadas de la dirección del PP…» era su manera habitual que tenía Pablo Montesinos de transmitir la intoxicación diaria. Pero por sus modos y formas, parecía un moderado y hasta un periodista objetivo. Además, trabajaba para la oficina de agitación violenta de Jiménez Losantos que tiene forma de digital o radio pontifical.

Cada persona, cada ciudadano, puede emprender la ruta de compromiso político que le apetezca y pueda, y no voy a ponerme exquisito porque si miro a mi alrededor, he tenido directoras, directores, compañeros, jefes y jefas, criticadas televisivas, socias y amigos que han decidido dejar el ordenador, la grabadora, el horario de cierre por colocarse en la acción política directa. Antes, ahora y supongo que después. Pero ya que estamos, ya que pedimos, nos reafirmamos en la prueba de todos los algodones, no costará llegar a ponernos de acuerdo en que, siendo lícito, incuestionable, sí dota a la credibilidad general de los medios de un cierto resquebrajamiento. ¿O acaso son actos individuales?

El valor que puede tener el periodismo es el de un compromiso, y está claro que cada cabecera, cada emisora, responde a unos intereses accionariales y a una línea editorial que normalmente está clara y definida. Reclamo desde esta esquina desde hace mucho que salgamos de las trincheras, que debatamos, que enfrentemos ideas y proyectos. Y este trasvase tan habitual hace que todo caiga en la sospecha de partidismo, que existe, no somos ingenuos, pero hay que hacer algo urgente para proteger al periodismo.