Con hyjab y empatía
Jacinda Ardern me maravillaba desde que proclamó, airada, que ni ella ni ninguna mujer debía responder sobre cómo afectarían al trabajo sus planes de ser madre. Acababa de ser proclamada primera ministra de Nueva Zelanda, octubre de 2017. De hecho, parió a una niña a los ocho meses, una de las pocas jefas de Gobierno en hacerlo. Me encanta pensar que mientras juraba el cargo y callaba misóginas bocas, ya estaba embarazada. Recibió la emotiva felicitación de Bakhtawar B-Zardari, la hija que Benazir Bhutto alumbró en 1990, siendo primera ministra de Pakistán. Entonces, a aquella bellísima mujer de tupé azabache enmarcado por un velo blanco que me obnubilaba de niñata, le reprocharon la irresponsabilidad de abandonar a un país al desgobierno por la inoportunidad de parir.
Jacinda Ardern acaba de maravillar al mundo con su gestión empática del ataque supremacista a las mezquitas de su país. Reaccionó rápida: se cubrió con un hyjab que no pertenece a su cultura y fue directa a consolar a las comunidades musulmanas que habían sido masacradas. Su imagen, abrazada con amor, hyjab y fuerza, con los ojos cerrados y llorosos, abrazando de verdad a supervivientes y familiares de víctimas, es grandiosa y ha obnubilado al planeta. Ha repetido: ellos son nosotros. En inglés no tiene género y suena aún mejor. Ha prometido no nombrar al atacante nazi para negarle la notoriedad que buscaba y ha pedido que nos llenemos la boca con los nombres de los cincuenta seres que murieron por culpa de la islamofobia y el odio. Cuando Trump le preguntó que podía hacer por Nueva Zelanda, ella respondió: simpatía y amor por todas las comunidades musulmanas. Y Trump siguió a sus racistas asuntos, claro.
He discutido hasta al hartazgo con otras feministas no musulmanas sobre el hyjab. Cuando veo a una chavala con su pañuelo anudado en la villavesa, siempre le sonrió: lo que debe superar día a día para ser ella misma. Con sus contradicciones, con sus luchas, con sus alegrías, con sus flojeras. Como nos pasa a todas. ¿Tanto cuesta ponerse en el hyjab de la otra? A Jacinda Ardern, no. Le salió de sus preciosos adentros.