Nagore BELASTEGI
DONOSTIA

Esther Ferrer nos invita a participar en sus performances

La muestra de Esther Ferrer inaugura una nueva sala expositiva en el centro Tabakalera. «2,3,5,7,11,13,17,19,23...», cuenta con un nombre sugerente basado en los números primos y propone reflexionar sobre el tiempo y el espacio dando la oportunidad a los visitantes de interactuar con sus piezas. De hecho, la muestra no tiene sentido sin hacerlo, y prácticamente cada parte de esta exposición requiere ser activada para que cobre sentido.

Casi como si de una de las performances de la artista invitada se tratara, varios trabajadores de Ubik, la biblioteca de Tabakalera, esperaban en la puerta de la nueva sala expositiva con un cartel donde se podía leer el nombre de la muestra de Esther Ferrer, “2, 3, 5, 7, 11, 13, 17, 19, 23...” seguido de «105 días en huelga», recordando que hace meses que los donostiarras no pueden disfrutar de ese servicio.

«Me parece maravillosos lo que han hecho estos chavales. Es una idea genial que hayan hecho una protesta no violenta y eficaz de esa forma», dijo al iniciar su presentación la artista para después explicar que su muestra trabaja la idea del tiempo, el espacio y el recorrido, «porque la vida es un recorrido», y comentó que «el tiempo y el espacio no se pueden separar». «¿Qué es el tiempo?», dijo justo antes de quedarse congelada durante varios segundos. De este modo quiso demostrar que el tiempo es relativo, pues cuando se quedó callada parecía que pasaba más lentamente.

Para darle la bienvenida a la artista donostiarra, la directora general de Tabakalera, Edurne Ormazabal, y la directora cultural, Ane Rodríguez, destacaron que era un día de doble celebración, por la inauguración de la nueva sala de muestras, que coloca la oferta expositiva en el centro, y porque la invitada para ocupar este espacio por primera vez es Ferrer (hasta el 26 de mayo).

Laboratorio de arte

Para desarrollar esta muestra la artista ha contado con la ayuda de dos comisarias, Laurence Rassel y Mar Villaespesa. La primera también acudió a la presentación y explicó que un lado de la sala está dedicado a los números primos, que termina con las obras dedicadas al infinito, mientras en el otro lado podemos encontrar «50 años de documentos y acciones que se pueden tocar y manipular». En su opinión, «era necesario que hubiera un espacio de trabajo» para entender la muestra.

El recorrido se inicia siguiendo los números del suelo, que nos llevan a la sala donde se nos pide que actuemos. En una pared hay una serie de preguntas, partiendo de “¿Qué es una performance?”. «No me gusta escribir textos de lo que hago, así que en una ocasión les mandé preguntas», explicó la artista. Junto a esta pieza hay un cuaderno donde los visitantes pueden proponer sus preguntas.

En otra pared hay fotografías y documentos de “Concierto Zaj”, un proyecto que desarrolló durante el franquismo junto al Grupo Zaj, mayormente compuesto por músicos. «Los conciertos eran lo único que el franquismo no censuraba, así que decíamos que íbamos a tocar el violín y luego hacíamos lo que queríamos», explicó. Esta performance consistía en permitir a la gente que hiciera lo que quisiera durante un minuto, para después formar un vídeo de 60 minutos.

“Caminar un cuadrado” es un rincón donde hay cuatro letras en el suelo, A, B, C y D. El visitante puede recorrer las letras en el orden que quiera, a la velocidad que quiera, para delante o para atrás. «Me di cuenta en un viaje en tren que aun haciendo el mismo recorrido el paisaje cambiaba si iba en una dirección u otra», explicó.

Mientras, una mediadora activó otra pieza poniéndose cosas en la cabeza –una bolsa, un desatascador, un embudo, este último símbolo de la locura–, a lo que dijo que es una respuesta a su reacción al ver un cuadro de El Bosco de pequeña: «‘La extracción de la piedra de la locura’ está en el Prado. El que está extrayéndole la piedra lleva un embudo en la cabeza. Al lado una señora observa con un libro en la cabeza. Cada uno que saque sus conclusiones», dijo.

Al fondo de la sala está “Proyectos-espaciales”, una obra hecha para esta exposición consistente en un montón de hilos atados de pared a pared. Para la artista lo interesante de esta pieza es que cambia según la luz que entra por la ventana, que da a la estación de tren, y el punto de vista.

En el otro lado de la sala, el suelo está cubierto de un mar de números primos, y sobre él ha colocado un péndulo. Ferrer propone que el visitante lo empuje y se sitúe a su lado hasta que pare completamente. Mientras, algunas voces grabadas nos recuerdan el tiempo pasado.

Al final, en la sala del infinito, ha pintado cuadros donde cada número lleva un color, y en cada cuadro ha eliminado el color de un solo número, formando así cuadros muy diferentes cromáticamente entre sí. En la pared se proyectan patrones teniendo en cuenta el número Pi.