Por primera vez en su historia, el Barcelona disputará la final de la Champions League. Ha necesitado seis participaciones y una segunda semifinal para acceder a su gran sueño, del que disfrutará, habrá que ver si con final feliz, el próximo 18 de mayo en Budapest (Hungría).

Lo hará tras superar un camino asequible en sus primeros tramos y más complicado sobre el papel que sobre el césped en la semifinal ante un Bayern de Munich que, muy rácano en su planteamiento hasta que se sentó agobiado por la necesidad, se vio justamente apartado de la que también habría sido su primera final. Antes de su emparejamiento con las alemanas, el Barcelona había arrollado al BIIK Kazygurt kazajo, al Glasgow City y al LSK Kvinner noruego. Con el Bayern los marcadores han sido más ajustados (0-1 en Munich y 1-0 ayer en un abarrotado Mini Estadi) y la superioridad culé más discutida pero el resultado ha sido igualmente satisfactorio.

La eliminatoria se decidió en buena medida hace una semana en el partido de ida, cuando el equipo de Lluis Cortés se impuso gracias a un gol de Hamraoui, en un partido en el que el Barcelona tuvo ocasiones suficientes para sentenciar –con dos balones al palo incluido– y en el que las alemanas solo buscaron la portería de Sandra Paños cuando se vieron con el marcador en contra y muy pocos minutos por delante.

Alegría y sufrimiento

Con la eliminatoria en desventaja, el Bayern también tuvo que llevar la iniciativa en el Mini Estadi, aunque fuera a regañadientes. Las blaugranas aguantaron el empuje inicial de sus rivales e incluso se vinieron arriba con el paso de los minutos. El premio llegó al filo del descanso, con un penalti sobre Martens que Mariona Caldentey convirtió en el 1-0.

El partido pintaba de maravilla pero se complicó a veinte minutos del final. Hamraoui, heroína en la ida, vio la segunda amarilla –se pierde la final–. Ahora sí, el Bayern se tiró a la medular y al Barcelona le tocó sufrir. También supo cumplir ese papel para hacer historia.