Raimundo Fitero
DE REOJO

Niños

Son como niños. En el zapeo de escaqueo y repulsión de los sábados, uno se encuentra de nuevo con Jordi Évole entrevistado. Es un buen sujeto para las entrevistas. “La Sexta noche” pretende ser un cúmulo de contradicciones. Pero mantiene a los tertulianos más faltones, impresentables, intoxicadores y nefastos para la salud democrática. Los sábados también son días de emociones futbolísticas. Algunos domingos más. Esperamos a Osasuna para ser cinco equipos vascos en La Liga. Una cuarta parte. Con los tres de Catalunya, más Andorra se podría pensar en una independencia futbolística desde el capitalismo deportivo y constitucionalista austrohúngaro.

Intento atraparme a la ola generalista y populista del gusto por “Juego de Tronos” y no hay manera. Es una incapacidad narrativa propia, no sé si tendrá diagnóstico clínico, pero no consigo creerme absolutamente nada de lo que me ofrecen. Y mantengo que en anteriores temporadas vi escenas realmente memorables, puesta en escena preciosas, interpretaciones que cautivan, pero las tramas no me tocan ninguna de las fibras, ni siquiera las de mi cerebro reptiliano, por lo que me quedo viendo algo vacío, algo magnificente, pero que no me concierne. 

Me quedé un ratito, lo justo, viendo en la primera estatal un retorno casi místico. “Juego de niños”, con Xavier Sardá de nuevo pero distante, en una suerte de bucle juntando pasado y presente, una buena idea de producción, algo que seguro enganchará, especialmente a los que tenemos todavía gratos recuerdos de sus temporadas originales. Los niños siguen siendo igual de ocurrentes y divertidos en sus descripciones. Un oasis programático. Uno de esos formatos que solamente despiertan simpatía y buen rollo. No parece haberse deteriorado con el paso del tiempo. Los niños siempre despiertan sentimientos positivos.