Patxi IRURZUN
Iruñea
Entrevue
JESÚS VICENTE AGUIRRE
ESCRITOR

«En ‘Lo que pasó’ hay tragedia, muerte, dolor, pero también vida y amor»

El escritor riojano Jesús Vicente Aguirre ha presentado recientemente en Iruñea, Bilbo y Gasteiz su primera novela, «Lo que pasó» (Pepitas de Calabaza), en la que, tras sus monumentales e imprescindibles estudios sobre la represión fascista en La Rioja, traslada a la ficción las historias y las heridas abiertas a raíz de una saca acaecida durante la Guerra del 36 en un pueblecito imaginario próximo a Arnedo.

“Aquí nunca pasó nada. La Rioja 1936” es sin duda el trabajo más importante entre todos los que este escritor y cantautor riojano (formó parte del grupo Carmen, Jesús e Iñaki) ha dedicado a investigar los crímenes franquistas y a reparar a sus víctimas. Un trabajo que se hermana con otro, también referencial, como es el que Altaffaylla Kultur Taldea publicó en Nafarroa: “Navarra 1936: de la esperanza al terror”.

En La Rioja, donde tampoco hubo frente de guerra, fueron dos mil las personas que fueron asesinadas, y ahora en “Lo que pasó” (publicado por Pepitas de Calabaza) Jesús Vicente Aguirre vuelca en el terreno de la ficción los sentimientos y las historias de todas aquellas víctimas a las que entrevistó, incluidas las de los nietos de los represaliados, que todavía más de ochenta años después esperan justicia.

¿Por qué ha decidido usar la ficción? ¿le ha permitido acercarse más a los sentimientos, al lado más humano?

La novela es un conjunto vital, desde el año 1934 hasta 1981, con el punto álgido del 36, tristemente, y en el que se cuenta todo lo relacionado con la saca que describo, y todo lo que sucede alrededor de la misma, las personas que mueren, las que viven, las que sobreviven… Realmente es una tragedia, hay muerte, y dolor, pero también hay vida, y amor, como la vida misma, algo que resulta más fácil contar desde la ficción. Además, cualquier escritor, al menos en mi caso, que ha escrito poemas, ensayos, etc. aspira a escribir alguna vez una novela, y me pareció que era importante hacerlo con algo que yo conocía bien. En este caso, si hablamos de dos mil asesinados en La Rioja, tenemos también dos mil historias. Pero yo quería contar algo que no fuera la historia particular de alguien conocido, sino inventarme una estructura familiar, en un pueblo imaginario, que se pudiera encontrar cerca de Arnedo, y a partir de ahí crear unos personajes que nos recordaran aquella realidad y que nos permitieran pensar en historias y sentimientos como la venganza, el resentimiento, o nos acercaran a otras historias más cercanas en el tiempo, como las de los nietos de los represaliados.

Sentimientos e historias ficticias pero que evidentemente tendrán mucho que ver con las cientos de entrevistas reales que usted realizó para sus anteriores libros.

Sí, no son ninguno de ellos pero podrían ser cualquiera, al igual que sus historias, que quizás incluso, por desgracia, fueron aún más dolorosas.

Hay muchas similitudes con lo ocurrido en Nafarroa, por proximidad geográfica, no solo durante la guerra, sino después los años de silencio y humillaciones…

Efectivamente, e incluso en las exhumaciones que se hicieron a finales los 70 y principios de los 80 en la Ribera y La Rioja Baja, y es algo que yo cuento: cómo en aquellos años en los que todavía no había los medios que tenemos ahora, con el ADN, etc., la gente de un lado u otro del Ebro recuperaba los restos e igual sabía que pertenecían a cinco navarros y cinco riojanos, y los repartían, los llevaban a los cementerios, se les hacía un mausoleo, se les homenajeaba… Son cosas que sucedían en aquella época, que podían haber sucedido en cualquiera de estos pueblos próximos a Arnedo, como el de mi novela.

En la novela, efectivamente, hay saltos en el tiempo, no solo se nos habla de la Guerra del 36, sino de sus consecuencias y las heridas abiertas todavía muchos años después. Vamos desde la guerra de Filipinas al golpe de estado de 1981.

Un amigo escritor me comentaba que le había encantado esa arquitectura de la novela, que se empieza a construir desde los hechos acaecidos en Arnedo en 1932, donde hay varios muertos por disparos de la Guardia Civil en la plaza, y cómo alguien que va a investigar esos hechos, desata toda la trama, que empieza siendo una historia de amor, que en el 36 se viste de tragedia, y que se prolonga hasta el año 1964, el año al que el régimen llamó el de los “25 años de paz” y hasta el 23 F de 1981, en el que la nieta, Cecilia, comienza a interesarse por la historia de su abuelo y todo lo que la rodeó.

Todo ello además narrado con diferentes recursos, como cartas, noticias de periódicos… ¿Fue difícil ordenar ese puzle?

Para mí no, lo fui haciendo bastante espontáneamente, aunque luego tuve que reordenar, repasar…. Pero me parecía algo bonito para el lector, que no hubiera una estructura lineal. Y así, tenemos las impresiones de Arturo, uno de los personajes, en el año 1964, las cartas del periodista que llega a investigar lo sucedido en Arnedo en 1932, la segunda parte en la que hay una secuencia continua que describe la saca, o el relato de Cecilia, la nieta…

Hay algunos momentos del libro en los que asistimos a algunos episodios en los que usted como autor ejerce cierta justicia poética, como por ejemplo cuando uno de los personajes tiene un apretón cuando Franco visita su lugar de trabajo.

Yo intento contarlo como algo natural, aunque efectivamente exista esa parte de justicia poética y hasta de coña marinera, pero se trata de una reacción incluso física, en la que hasta el cuerpo de ese personaje se descompone, reacciona de ese modo por no tener que ver a ese señor.

O como cuando la coronela resbala al salir de misa y se descalabra…

Sí, tristemente en los pueblos sabemos cómo hubo quien ordenó a quién había que matar, o a quién se debía vejar o humillar, y esta mujer representaba todo eso.

Aparte de la justicia poética lo cierto es que todavía queda mucha justicia, real, por hacer.

Sí, y esa es realmente la que importa: se trata de reparar a las víctimas, de que el estado se haga cargo de las exhumaciones, o de que todavía no se haya condenado abiertamente el franquismo… Esa es la justicia real que queda todavía pendiente.