Mark BARNÉS
JAZZALDIA

QUE COISA MAIS LINDA

EL SAXOFONISTA Y COMPOSITOR JOHN ZORN RECIBE EL PREMIO DONOSTIAKO JAZZALDIA 2019 Y PRESENTA LA SEGUNDA PARTE DE SU «BAGATELLES MARATHON» EN EL KURSAAL PARA QUE DESPUÉS CHARLES MCPHERSON, SILVIA PÉREZ CRUZ, TOQUINHO Y JAVIER COLINA CLAUSUREN LA 54ª EDICIÓN DEL FESTIVAL EN LA PLAZA DE LA TRINIDAD.

Pocos minutos antes de que se diese inicio a la segunda sesión del “Bagatelles Marathon” en el Kursaal, el director del festival donostiarra, Miguel Martín, entregó a John Zorn el Premio Donostiako Jazzaldia 2019 en reconocimiento a «su labor como virtuoso instrumentista, compositor inigualable y, al mismo tiempo, catalizador de toda una escena de extraordinarios músicos».

Martín confesó que en un principio el neoyorkino se mostró un tanto reacio a participar en un acto que no fuese estrictamente musical, si bien este cambió de opinión al conocer la relación de los ilustres nombres que han sido previamente galardonados con dicha distinción. Zorn aceptó el premio en nombre de «todos los maravillosos músicos con los que trabajo y que me ayudan a plasmar mi visión de la vida», al tiempo que afirmó que el donostiarra es «uno de los mejores festivales del mundo».

Inmediatamente después del protocolario acto, arrancaba la segunda sesión del citado maratón de la mano de Nova Quartet, formación integrada por el pianista John Medeski, el vibrafonista Kenny Wollesen, el contrabajista Trevor Dunn y el baterista Joey Baron, para continuar con el trío del pianista Brian Marsella, que estuvo francamente espectacular escudado por los mismos Dunn al contrabajo y Wollesen, esta vez en la batería.

A continuación, los virtuosos de la guitarra Gyan Riley y Julian Lage ofrecían un dúo acústico para seguidamente dar paso a una contrastante sesión electrónica de la mano de Ikue Mori. El cuarteto de la pianista Kris Davis, formado por la guitarrista Mary Halvorson, el contrabajista Drew Gress y el baterista Kenny Wollesen, hacía lo propio justo después y, tras una intervención de Peter Evans a trompeta sola en la que pudimos escuchar sonidos inimaginables en ese instrumento, el grupo Asmodeus, formado por Marc Ribot a la guitarra –que demostró una sorprendente versatilidad adoptando un estilo completamente opuesto al papel que tuvo el día anterior como acompañante de la canadiense Diana Krall–, Trevor Dunn, esta vez en el bajo eléctrico, y Kenny Grohowski a la batería, cerró la tarde ofreciendo una intensísima y salvaje actuación en la que el propio Zorn, sentado al lado del guitarrista, ejerció de director del trío.

Finalizaba así una intensa maratón de dos días de duración, en la que han participado 14 agrupaciones diferentes, y que a nadie ha dejado indiferente.

Broche de oro en «la Trini»

La última de las actuaciones de la Plaza de la Trinidad acogió, en la primera parte, al cuarteto del saxofonista Charles McPherson (Joplin, Missouri, 1939), que estuvo acompañado por el pianista Bruce Barth, el contrabajista Mark Hogson y el baterista Stephen Keogh y que presentaron un repertorio basado en composiciones propias, varios estándares del cancionero americano y, como no podía ser de otra manera, algo de blues.

Así, comenzaron con “Marionett”, composición original de McPherson dedicada a su hija, para continuar con “Nature Boy”, en la que el saxofonista aprovechó para contar la historia del “misterioso” autor de la misma, Eden Ahbez, que prácticamente vivía en la indigencia hasta que Nat “King” Cole la grabó y se convirtió así en un gran éxito, pero que, a pesar de ello, el compositor optó por donar el dinero obtenido en cuestión de derechos de autor a gente anónima aún más necesitada que él.

Siguieron los estándares “What Is This Thing Called Love?”, de Cole Porter, y “Spring is Here”, de Rodgers y Hart, para retomar una serie de composiciones propias como “A Tear and A Smile”, “Jumpin’ Jay” y “7th Dimension”. Y, para finalizar, nada mejor que un blues, en cuya coda el saxofonista interpretó una larguísima nota sostenida utilizando la técnica de respiración circular y provocando con ello un cálido aplauso por parte del público.

La esperadísima segunda parte de la noche corrió a cargo del trío compuesto por la siempre emocionante y cautivadora cantante catalana Silvia Pérez Cruz (Palafrugell, Girona, 1983), el extraordinario contrabajista navarro Javier Colina (Iruña, 1960) y el legendario guitarrista brasileiro Antônio Pecci “Toquinho” (São Paulo, 1946).

Eran las nueve y media de la noche cuando el guitarrista brasileiro hizo una simpática entrada en escena –en la que saludó calurosamente al público y bromeó sobre los privilegiados residentes de la casa contigua al escenario de la plaza, ya que estos podían presenciar el espectáculo “sin pagar”– para ofrecer una serie de piezas en solitario, que contó con “Minha Profissão”, “Samba pra Vinicius”, “Esquece” y “Aquarela”.

A continuación, el contrabajista navarro hizo su entrada e interpretaron a dúo “Manhã de Carnaval”, de la película “Orfeo Negro” de Marcel Camus. Ya con la cantante sobre las tablas, llegó la deliciosa “Samba em Preludio”, tras la cual el guitarrista abandonó momentáneamente el escenario dejando que Pérez Cruz y Colina interpretasen un pequeño set para voz y contrabajo. Sonaron “Ella y yo”, “Ya no me quieres”, “Ojos verdes”, “The Sound of Silence”, de Simon & Garfunkel, y “La tarde”. Varias de estas piezas están recogidas en el altamente recomendable trabajo “En la imaginación” (publicada por Nuba Records/Contrabaix en 2011).

Finalmente, el guitarrista regresó al escenario y los tres abordaron grandes clásicos de la bossa nova como “Chega de saudade”, “Eu sei que vou te amar”, “Não deixe o samba morrer”, “Carinhoso” y, cómo no, “Garota de Ipanema”, añadiendo “Asa Branca” y “A Felicidade” como bises en una noche que fue verdaderamente emocionante. Es más, el público destacó por el estado de absoluto silencio que mantuvo como consecuencia de la gran concentración puesta en la escucha. Y, francamente, eso se consigue muy pocas veces.