Txomin PITARKE
bilbo
Gargantua

El espíritu canalla creó esta maravilla. A la mesa con Gargantua

Esto no hay quien lo pare. Una vez que la fiesta echó a andar, ¿quién es capaz de frenar a miles y miles de amantes de Marijaia? Desde 1978 han sido muchos los que han tratado de poner palos en las ruedas a esta máquina. Lo llevan intentando los sucesivos gobiernos municipales, pero ninguno ha sido capaz de ‘‘domesticar’’ ese espíritu canalla que parió Aste Nagusia. Conviven a regañadientes.

Es más, algunos de los logros cosechados durante cuatro décadas por las comparsas se los tratan de apropiar quienes deberían hacer su trabajo sin inmiscuirse en el de los demás. Diría que en vez de resolver problemas los generan. El otro día tuve la oportunidad de ser invitado a cenar en casa de un amiguete y comprobar que el nombre del alcalde es el que más se repite en las conversaciones de moradores de Ripa y su entorno.

A pesar de conocer de siempre las ‘‘molestias’’ que genera un evento de la dimensión de Aste Nagusia, nunca le había visto tan enojado a mí anfitrión. Lo curioso que es quienes siempre han tenido un oído muy fino para detectar ruidos y otras afecciones generadas por la juerga no lo tienen ahora. Son sordos o se lo hacen. ¿Ha instalado el señor Alfonso Gil algún artilugio en las cercanías de esa txosna que suele frecuentar?

Nadie duda de que Juan Mari Aburto obtuvo un excelente resultado en las pasadas elecciones, pero eso no le otorga potestad para ignorar a los verdaderos artífices de que el Botxo sea una referencia en lo tocante a fiestas. También lo es entre quienes se oponen al maltrato animal, aunque lo ignore y prefiera acudir al palco de Vista Alegre. La plaza de toros es una ruina y él es responsable de que se dilapide dinero público. Si no le gustan las corridas, ¿por qué va? Ya sabemos que es un hombre de orden, pero no todo vale.

Tampoco la persecución a pobres vendedores ambulantes por parte de la Policía Municipal, que lo único que provoca es inseguridad. ¡Menuda tangana! Creo que los guardias tienen suficiente tarea como para dedicarse a generar problemas. ¿A quién molestan los manteros? Porque para molestia, la que vivieron miles de usuarios en la noche del miércoles cuando comprobaron que los responsables del metro son incapaces de gestionar cualquier incidencia.

Quedan tres días para compartir con Marijaia unas fiestas mundiales. Por ello, dejaré de fijarme en los claroscuros y reivindicaré que, pese a las autoridades, Aste Nagusia es algo magnífico que nos legaron cuatro locos en 1978 y que es preciso seguir apoyando el espíritu canalla que la alimenta. Gora Aste Nagusia!