«La transición ecosocialista debe comenzar con las experiencias de base»
Frieder Otto Wolf es doctor por la Universidad de Kiel y profesor en otras en Alemania y Portugal. Profesor emérito de la Universidad Libre de Berlín, participó en la fundación de Los Verdes alemanes y fue uno de los autores del primer Manifesto Ecosocialista en 1989, que catalizó debates sobre izquierda y ecología e inspiró la creación de corrientes ecosocialistas en organizaciones políticas.
Frieder Otto Wolf ya visitó Euskal Herria hace décadas. Fue antes de redactar el primer Manifiesto Ecosocialista y conoció entonces las luchas de los trabajadores de Euskalduna. Cuando el mes pasado regresó en la conmemoración de los 30 años de este documento, la casualidad hizo que llegara al concierto de Gari y Josu Zabala cuando entonaban “Eutsi Gogor”. Tres décadas después de la redacción del manifiesto, hace un balance bastante duro de la situación. «Tenemos que encontrar vía de lucha en una situación poco prometedora», «al borde de la catástrofe», señaló en la conferencia que ofreció en Bilbo. Hizo hincapié en la necesidad de una «nueva ilusión» y apuntó a estrategias de transformación que deben unirse a tácticas de «limitar los daños» de la actual situación, y que pasan por reforzar las luchas en curso porque, según subrayó, «las luchas no hay que crearlas. Ya existen».
¿Cómo ha evolucionado el ecosocialismo y su discurso en estos treinta años tras la publicación del manifiesto?
Está claro que hubo una evolución positiva por la parte ecosocialista. A nuestro primer manifiesto se sumaron otros dos. Uno de Michael Lowye y otro de y Joel Kovel y Lowye, de Capitalism Nature Socialism. En cierto modo, hubo un debate internacional sostenido y productivo sobre estos asuntos. El problema es que no era posible, y pienso que no es posible, constituir una especie de Internacional Ecosocialista. Esa idea de una internacional que coordine la actuación de sus partes en la tradición obrera ya tenía sus límites y sus fallos. Tiene que ser corregida en el sentido de debate e intercambio de experiencias e ideas. Eso sí es importante porque el reto de la ecología radical, de una transición socialista, de una superación del patriarcado y de una superación de la dependencia –lo que en su conjunto constituye el ecosocialismo– es una tarea muy importante. Pero esa idea de querer aplicar inmediatamente políticas concretas nacionales o regionales me parece errada y está de hecho superada. Hacer entrar la perspectiva ecosocialista en la práctica política es una tarea muy concreta, según las circunstancias de cada situación. La lucha ya comenzó, la gente ya está luchando. No se trata de crear luchas, sino de entrar en las luchas que existen y radicalizarlas, solidarizarlas, darles una perspectiva más radical y más a largo plazo. No de arriba a abajo, sino realmente de manera humilde aprendiendo con las experiencias e iniciativas por debajo, aportando, eso sí, la perspectiva derivada de la investigación científica y de la experiencia histórica de los demás movimientos de emancipación.
Pero treinta años después la situación es de emergencia.
Se tiene que invertir fuerza política en la radicalización y la profundización de esas luchas concretas que ya están desarro- llándose y, en el caso del clima, ya tienen sus formas científicas y políticas globales. También ese es lugar de iniciativas necesarias por parte de grupos e individuos ecosocialistas, pero el papel de los grupos ecosocialistas más radicales es también apuntar la unión de la cuestión del clima con las cuestiones de dominación de clase, de dominación de dependencia y de género.
Muchas ideas «verdes» que entonces parecían marginales las asume el propio sistema capitalista en su discurso. ¿Es un triunfo o un fracaso?
Es una falsa alternativa. Ni es un triunfo ni es un fracaso. Es, de hecho, la manera normal en que los avances políticos se realizan bajo la dominación capitalista, patriarcal… Sobre todo con una literatura fuerte del Estado burgués y sus agencias internacionales. En esa situación lograr que un mínimo de medidas sean realizadas es un paso adelante pero no es suficiente. En los últimos treinta años, ha habido un avance de la conciencia ecológica, pero también ha habido una perversión hacia una seudoecología que concentra todo sobre un comportamiento individual. No debemos olvidar que el comportamiento individual es uno de los problemas, sí, pero el comportamiento de las empresas capitalistas o de los estados o unidades como la Unión Europea o la OMC tienen mucho mayor peso que los meros comportamientos individuales.
Muchos mensajes insisten sobre todo en esos comportamientos individuales.
Un ejemplo muy simple. Hay toda una ola para hacer avanzar el coche eléctrico. En principio, me parece una perversión. El primer problema es la necesidad de movilidad. Con las ciudades que tenemos nuestro tipo de urbanizaciones crean necesidades de movimiento y de transporte. La primera estrategia sería reducir las necesidades de transporte. Eso no indica que tenemos que descuidar la movilidad individual. Claro que viajar o ver nuevos paisajes son cosas agradables, pero la mayoría de esos transportes en coche y también formas de transporte de masas son necesarias por causas de la estructura urbanística. Así, el primer imperativo es reducir esas necesidades. La mayoría no es un uso que proviene de las necesidades individuales sino de la manera en que están organizadas nuestras viviendas, nuestros lugares de trabajo… En ese sentido, pienso que es necesario desarrollar un abordaje que pueda cambiar lo que pueda ser cambiado de forma estructural. Y pienso que en muchas de esas dimensiones hay un espacio importante para iniciativas individuales y colectivas. No es necesario que se apruebe una ley para evitar el tráfico, para utilizar las posibilidades de las huertas..., hay muchas cosas, preparar una comida con productos locales y no con tanta carne… Claro que tenemos que luchar por las transformaciones estructurales, pero no olvidar que podemos comenzar por las propias. Que tenemos las posibilidades de actuar de otra forma individual y colectivamente, hacerlo de forma organizada, por ejemplo en cooperativas de producción y consumo de bienes agrícolas. No digo que eso sean las transformaciones necesarias, pero son las posibilidades de empezar con las transformaciones para cambiar de mentalidad.
¿La izquierda se ha desligado de ideas productivistas?
La liberación del trabajo humano era una idea equivocada. La idea base era que todo ese trabajo difícil sería posible liberar a hombres y mujeres de esa necesidad. Tenemos que superar los trabajos viles, cansados, perjudiciales para la salud, pero el empeño tiene que ser hacia la humanización de tales trabajos. No en el sentido de la robotización. En ese sentido, la fórmula de Marx de distinguir mecánicamente entre el reino de la necesidad y el reino de la libertad me parece un error. Hay que transformar los trabajos necesarios en trabajos libremente aceptables. Claro, cada uno debe desarrollar su trabajo creador, si existe. Las posibilidades de enriquecer su contenido intelectual y cultura. Claro que debemos actuar sobre los trabajos, pero no con la finalidad de hacerlos desaparecer y robotizarlos sino en la humanización de ese tipo de trabajos necesarios, con posibilidades de actividades creadoras fuera de las necesidades. Esa distinción tiene su sentido, pero no el de sectores separados sino más en dirección de desarrollar el lado creativo también de los trabajos necesarios.
Treinta años después partidos verdes han llegado al poder incluso en gobiernos como el alemán. ¿Ha transformado esta experiencia el discurso ecosocialista?
El discurso ecosocialista tienen que ser mucho más claro, más realista y más radical en lo que toca a los gobiernos. Esa idea de que los gobiernos son capaces, por una simple decisión política, de empezar la transición socialista me parece hoy una idea errada. Concretamente, con el caso de Syriza, en Grecia, las autoridades mundiales y europeas establecieron un caso –y un castigo– ejemplar. Lo que para algunos fue la ocasión de decir, «eso ya no es un gobierno de izquierdas, tenemos que buscar una alternativa de izquierda». Y realmente era una capitulación pero ¿cuál habría sido la alternativa? Una catástrofe económica y política. Evitar la catástrofe y aceptar lo inaceptable me pareció una decisión razonable. Eso tiene que ver con esa idea de que los gobiernos pueden iniciar una transición socialista. La transición socialista, y sobre todo ecosocialista, comienzan siempre con iniciativas de base. A nivel local, quizás regional, y cuando hay una base suficiente es posible generalizarlo en una legislación. Crear un sector público, cooperativas más grandes, reestatizar algunas partes de la industria que fueron privatizadas… pero esa idea de crear el socialismo en un solo país es una ilusión que debemos superar.
¿Cómo ve movimientos de jóvenes como las huelgas por el la crisis climática, Friday for future...?
Son primeros pasos de una resistencia real y merecen todo el apoyo de las fuerzas socialistas y ecosocialistas y otras radicales. Pero tenemos el deber de entrar en esos movimientos, en sus discusiones sobre las posibilidades y las estrategias factibles para indicar que bajo la dominación capitalista no hay alternativa real. Y debemos encontrar, con ellos, primero posibilidades de ampliar el espacio del discurso, porque el socialismo en el espacio público realmente existente no es algo realmente existente. Primero tenemos que abrir ese horizonte y después, claro, discutir posibles iniciativas y medidas para combinar por un lado alternativas de salvación y ralentizar de la catástrofe en curso, y también perspectivas de cómo entrar en los primeros elementos de un proceso complejo de transición. Ese programa de transición ecosocialista tiene que ser definido por debajo específicamente en cada entidad en que se actúa. No hay fórmulas generales ni un comité central. Ni los intelectuales son capaces de ofrecer un modelo general. Se tienen que conquistar y definir en las luchas por debajo.