EDITORIALA
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La Iglesia ante un dilema eternal

La diócesis de Gasteiz ha organizado una conferencia para estudiar las conclusiones de Sínodo sobre la Amazonía convocado por el papa Francisco celebrado durante tres semanas en el Vaticano. En él se han abordado, por primera vez, aspectos de gran relevancia para la Iglesia; se ha hablado de «pecado ecológico» y de potenciar los ministerios laicos en igualdad de hombres y mujeres. Ha generado gran impacto el llamamiento que los 185 obispos y los expertos que trataron la situación del territorio amazónico hicieron al actual propietario del Templo de San Pedro. A saber, que se abra el debate para ordenar como curas a los hombres casados y como diáconos a las mujeres.

La propuesta, seguramente motivada por el imparable auge que viven las iglesias protestantes y evangélicas en aquella región, por el retroceso del número de católicos, tiene un alcance enorme, unas implicaciones que van más allá de las remotas comunidades cristianas de la selva del Amazonía. Establece un precedente: abre la posibilidad de hacer del celibato algo voluntario. Para los sectores más conservadores eso es poco menos que la ruina, tirar la Iglesia por la sima del relativismo moral más pernicioso. Para estos, las escrituras deben dar luz y deben ser un escudo ante el cambio, las verdades morales no admiten excepciones ni debate. Incluso han llegado a plantear que el papa Francisco ha plantado la semilla de un nuevo cisma.

El sínodo del Amazonía plantea un dilema eternal, que vale para dentro como para fuera de la Iglesia. Hacer concesiones, flexibilizar las enseñanzas, en este caso teológicas, siempre es peligroso. Pero resulta más peligroso aún la intransigencia de no hacer, que no se amolda a los tiempos. El papa Francisco, con una ambigüedad calculada, estratégica, está sacando esos debates del reino enclaustrado a la plaza pública. Ve, juzga y actúa para que la Iglesia deje de ser una institución que pone normas y obliga a cumplirlas, para que pueda, por fin, hacer lo que predicó Jesús: aliviar el sufrimiento y habitar en las periferias existenciales empobrecidas que piden y merecen justicia.