Raimundo Fitero
DE REOJO

Australia

Las autoridades australianas recogen en sus informes más de doscientos incendios vivos, en activo, en diferentes puntos de todo el perímetro de la isla continente. Las imágenes que nos sirven los medios son apocalípticas, abrumadoras, producen ampollas en las neuronas. ¿Qué ha pasado, qué está pasando, dónde empezaron, porque se han vuelto tan feroces? Hay veinticuatro personas imputadas por estos incendios que han causado, hasta el momento, veintidós muertes de personas, pero estiman la de quinientos millones de animales. Cinco millones de hectáreas convertidas en una pira, en una hoguera, con temperaturas ambientales que hacen todavía más difícil combatirlos. El horror.

Y sucede en Australia, en nuestras antípodas, pero lo que se está consumiendo es una masa forestal que incide en el globo. ¿Cómo en la Amazonia? Parecido. Cada hoja, la gramínea más pequeña que desaparece contribuye al desastre general. El planeta respira por estos bosques y su desaparición no es otra cosa que una agresión más a sus pulmones. Una vez más la mano de la ambición, del capitalismo con símbolo de koala o de elefante blanco está meciendo la cuna del desastre, de poner en riesgo el Todo y a todos.

Ejército, bomberos, protección civil, voluntarios, presupuesto ampliado, petición de ayudas solidarias de toda índole, incluso la económica desde un país rico, de renta elevada, pero vulnerable a la catástrofe provocada. Se acusa al gobierno de cierta negligencia en la gestión de estas crisis y cuesta visualizar a cualquier gobierno que esté preparado para gestionar algo de estas dimensiones. Seguro que todo se puede hacer mejor o mucho mejor, que puede existir cierta tardanza en tomar decisiones, pero lo que está ardiendo es un territorio vasto, inabarcable para un europeo sin antecedentes agrarios. Emergencia climática.