Anjel Ordóñez
Periodista
JOPUNTUA

Antropoceno

Este próximo jueves ha sido bendecido por las Naciones Unidas como el Día Mundial de la Justicia Social, con el objeto de que la comunidad internacional tome conciencia de las urgencias vitales que asolan a millones de personas en el planeta. Este año, la ONU señala al desempleo como una de las principales responsables de la brecha de las desigualdades. Y aporta cifras elocuentes. Más del 60% de los trabajadores carece de contrato y menos del 45% de los asalariados tiene un empleo estable y a tiempo completo. El pasado año se cerró con la cifra récord de 212 millones de parados en todo el mundo. Para la organización internacional, la solución pasa por crear 600 millones de empleos antes de 2030.

Son cifras gruesas. Y yo tengo más. En el mundo viven 8.500 millones de personas, que aunque parecen muchas, suponen solo el 0,01% de la biomasa de la Tierra. Sin embargo, desde que los seres humanos se constituyeron en civilización, ha desaparecido el 80% de los animales salvajes. Hoy, el 70% de las aves del planeta son de granja y el 60% de los mamíferos vive en establos. En los últimos 250 años, desde el inicio de la revolución industrial, se han vertido a la atmósfera más de 1,4 billones de toneladas de carbono, principal causa del calentamiento global y el severo cambio climático. Hemos alcanzado un punto en el que la comunidad científica considera sin lugar a dudas que los cambios provocados por la actividad humana en los últimos siglos justifican la denominación de «Antropoceno», la era de los humanos, a la época geológica en la que vivimos. Qué bien.

Dice la ONU que la solución a la desigualdad en el mundo pasa por crear 600 millones de empleos «para mantener el ritmo de crecimiento de la población en edad de trabajo». Puede. No lo sé. ¿En qué marco, bajo qué modelo? La economía no puede seguir creciendo para siempre en un planeta finito, no es lícito seguir destruyendo recursos naturales para alimentar la locura de un crecimiento insostenible. Porque ese camino nos dirige hacia la sexta gran extinción, la que seguirá a la de los dinosaurios. Si queremos extinguirnos, hagámoslo ya. Pero dejemos en paz al resto del planeta.