En relación a la llamada crisis del coronavirus, el máster y licenciado exprés Pablo Casado, comparece ante los medios, acusa al Gobierno de Sánchez de «graves negligencias» y de “«ir a remolque de los acontecimientos», deplora las medidas adoptadas por «tardías e insuficientes». Podría pensar el común de los mortales que lo anterior fueran críticas. Pues no. Herraría en su interpretación; el delfín de Aznar remata la faena con la afirmación de su lealtad para con el Gobierno en la lucha contra la pandemia. El ser asombrado de grandes ojos perdidos que ocupa la presidencia de Madrid ídem de ídem: después de haber privatizado gran parte de la sanidad, con las competencias sobre Sanidad, hace al Ejecutivo de Sánchez responsable de las carencias de los medios necesarios para combatir la epidemia en Madrid. Acaba afirmando su lealtad al Gobierno.

El portavoz de Ciudadanos en Cortes Valencianas, el actor del Método Toni Cantó, acusó al Gobierno de amoral por permitir la manifestación del 8-M y, con pretendida ironía, refirióse a la Ministra de Igualdad, Irene Moreno, como «manifestante ilustre hermana, yo sí te contagio» aludiendo a su positivo por Covid-19 y al «Hermana, yo sí te creo». Después disculpas. Habían «interpretado mal sus palabras».

Emiliano García-Page, delfín de José Bono, aquél hijo de un «falangista bueno» (sic), presidente de Castilla-La Mancha, sobre el cierre de escuelas por riesgo al coronavirus afirmaba que nones. Refiriéndose a los docentes: «Y hay que hablar claro a la gente, y sobre todo a la gente que lo que pretende es tener 15 días de vacaciones. No nos engañemos». Horas más tarde: «El personal educativo debe ser defendido y protegido porque están en primera línea de vanguardia. Mis disculpas por si algo se ha podido malinterpretar».

Si no fuera por las dificultades que entrañan el ejercicio de exégesis y hermenéutica que, a menudo, nos llevan a una interpretación confusa de las palabras, diría que son unos falsos hijos de la gran puta. Pero no lo digo porque podría malinterpretarse.