Hay un piso de arriba
Estamos viviendo los días más extraños de nuestras vidas y los estamos viviendo juntos y cuarentenados, colectivamente y a solas, como corresponde al animal social más profundamente individualista de la tierra. Lanzados por la enfermedad al vértigo de nuestra propia mortalidad, estos días hacemos buena la frase de Julio Cortázar –«hay un piso de arriba en esta casa, donde vive gente que no sospecha su piso de abajo y estamos todos en el ladrillo de cristal»– y observamos hasta los balcones de enfrente como si asistiéramos a nuestro primer y curioso contacto con una raza alienígena, no tan alejados del castrado emocional que interpretaba James Stewart en “La ventana indiscreta”, asombrados por los detalles que pasábamos por alto todos los días.
Frente a mi casa, hay un vecino que merienda un plátano en el balcón cada tarde –¿lo hacía también antes, dentro de casa?–; hace un par de días, en el edificio de al lado, un chico se tiró horas en el balcón, dibujando el retrato de una chica mientras miraba al teléfono –¿era una modelo desconocida o hay una historia detrás?–; y enfrente, los vecinos llevan varios días encendiendo la barbacoa, por primera vez en años. Siempre nos preguntábamos qué haría falta para que disfrutaran de la terraza más espectacular del barrio. Quién iba a decir que la respuesta era una temible pandemia global, la enésima de la humanidad y la primera de nuestras vidas.
Nos pilla desprevenidos, como siempre. Sin la más remota idea de quién somos o qué hacemos aquí. Frotando pedernales emocionales que apenas valen para encender el fuego de esa palpitante vulnerabilidad que solemos llamar humanidad y, peor aún, con la terrible sospecha de que cada día que pasamos encerrados resulta más y más difícil posponer el momento de enfrentarnos con esa sombra esquiva que cada mañana nos acecha desde el espejo del baño y a la que nos empeñamos en dar esquinazo durante el resto del día. No se sabe qué nos pasará más factura, si estar solos con nosotros mismos o estar con nosotros mismos, solos.