Raimundo Fitero
DE REOJO

La lealtad

Apenas despierto del sueño de la razón los monstruos resultan ser los de siempre. Veo a militares por las calles de todas las ciudades, también en Euskadi y en Catalunya y los asimilamos como algo normal. Lo mismo que consideramos que es lo lógico que cada día en un lugar de la centralidad política española aparezcan uniformados para informarnos de algo que debería solucionarse desde la sociedad civil. Adicto a las sesiones parlamentarias, estas de ahora, con apenas unas decenas de electos en el hemiciclo, me producen ardores de neuronas, los sembradores de podio logran sus objetivos, los odio. Escuchar ciertas intervenciones me soliviantan, me colocan ante la imposibilidad de reconciliación con el raciocinio y esa entelequia llamada lealtad, desaparece de la actitud de la desleal y sectaria extrema derecha españolista y de las Jons. Lo de las banderas a media asta es la imbecilidad más grande que se ha escuchado en las últimas horas.

La lealtad debe ser algo que se expende en establecimientos coronados con cruces o medias lunas. En los partidos de las diversas internacionales se solicitaba como entrega de confidencias, pero en términos ideológicos se convertía al final en una obligada lealtad al líder, aunque este fuera un heterodoxo, cuando no un desleal dictadorcillo desviacionista. En el terreno de lo personal, la lealtad es un valor de los que se supone por encima del régimen de gananciales o de bienes separados. La lealtad en ciertas generaciones, filosofías y telepredicadores se valora con fundamento más que la fidelidad.

El mercado de material sanitario imprescindible se ha convertido en la metáfora absoluta de la miseria global. Especular con el precio de estos instrumentos forma parte del pánico universal. El capitalismo es el virus letal que más contamina. Con total lealtad.