«He progresado con los años, pero lo que cambia es la mirada de los demás»
Ex bailarín y desde hace 32 años coreógrafo, dirige la compañía Ballet Biarritz, que ahora también lleva su nombre, desde 1998. Ha recibido el premio de la Sociedad de Autores y se ha convertido en miembro de la Academia de Bellas Artes del Estado francés.
La carrera como coreógrafo de Thierry Malandain está viviendo un momento de reconocimiento institucional y «parisino», como afirma él. Con una sonrisa divertida, apostilla con humor: «Este año soy famoso». Y es cierto, ya que tras haber sido nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes en 2019, el pasado 16 de junio se supo que había recibido el Premio Coreográfico de la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos (SACD). Por el contrario, para la compañía que dirige es un momento difícil, ya que debido a la crisis Malandain Ballet Biarritz se encuentra en una situación económica complicada.
¿Cómo le ha sentado haber ganado el premio SACD?
Sinceramente, no supone ningún cambio en mi vida, pero evidentemente es agradable recibir premios; me habría gustado que el premio viniese con un millón de euros [se ríe].
¿Le parece que se trata de un reconocimiento a su carrera?
Sí, es un gran reconocimiento. Gané el premio de la SACD en 1987 al Nuevo Talento de la Danza y ahora, como coreógrafo. En el consejo de la SACD hasta ahora había coreógrafos contemporáneos, así que siempre elegían dicho estilo, y ahora ha cambiado. Casi lo obtuve el año pasado, pero parece ser que la gente no me conocía, porque es un ente muy parisino. Pero ahora parece que ha cambiado.
Es un momento importante para usted, ya que también ha sido nombrado para la Academia de las Bellas Artes.
Siempre es agradable el reconocimiento de los autores, y los dos juntos son importantes, pero el hecho de haber sido elegido en la Academia de Bellas Artes para mí es más importante, porque desde la época de Napoleón la danza no estaba representada y, gracias a ello, la danza vuelve a la academia después de dos siglos. El premio de los autores es una evolución lógica. Se puede decir que son reconocimientos muy parisinos, porque muchas veces nos olvidan. Creo que se trata del problema de haber elegido estar en provincias.
Incluso siendo un coreógrafo consolidado, dice que en París no lo conocen.
Así es. En París nos programan en el Teatro de Chaillot desde hace unos 7-8 años, cuando llevo ya en esto 32 años y hasta entonces nunca habíamos bailado en París. Y cuando lo haces es cuando la gente importante puede verte. Nunca ha venido un ministro de Cultura a ver mi trabajo. Cuando se lo digo a mis colegas, se sorprenden, porque ellos han solido tener a los sucesivos ministros de Cultura en la sala. Yo, nunca. Hay una diferencia muy importante entre París y provincias: cuando vamos a París no tenemos problemas de público, pero eso no quiere decir que la gente que toma las decisiones vaya a venir a vernos.
Pero el público sí está.
Sí, pero no tiene nada que ver. El público tiene su importancia, claro. La primera vez que fuimos a Chaillot, teníamos tres espectáculos y se llenaron sin ni siquiera sacar el cartel. El año pasado hicimos nueve o diez representaciones y estaban llenas desde setiembre, desde el momento de coger los abonos de la temporada. Pero para la gente importante que decide hace falta tiempo. Lo hemos conseguido con la prensa, porque tenemos una responsable de prensa que hace bien su trabajo; pero en lo que respecta a las instituciones, los directores de los grandes festivales, los directores de las salas de teatro… es diferente. Cuando me jubile, muchos nunca habrán visto mis obras.
También tienen ganada una importante fama a nivel internacional.
Por supuesto. No tenemos problemas para dar representaciones; de hecho, algunas veces rechazamos propuestas porque no nos entran en el calendario.
Ahora ha llegado ese reconocimiento parisino, pero en Biarritz tiene tanto el del público como el de las instituciones desde hace ya mucho tiempo.
Sí, por supuesto.
También en Donostia, donde tienen una colaboración con el Teatro Victoria Eugenia.
Empezó hace veinte años y va muy bien. Se ha ampliado estos últimos años, especialmente con los espectáculos para público joven.
Su presencia en Hego Euskal Herria ha aumentado gracias a la colaboración con la Orquesta Sinfónica de Euskadi.
Sí, con eso se ha ampliado mucho. Gracias a esa colaboración, también hemos integrado los abonos de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y hemos podido estar en Iruñea, en el Euskalduna de Bilbo y en el Kursaal de Donostia.
Hace 32 años que es coreógrafo. ¿Qué ve cuando echa una mirada atrás? ¿Qué valoración hace de lo vivido en todos estos años de trabajo?
Es siempre lo mismo: yo siempre hago lo mismo, la valoración está siempre condicionada por la mirada de los demás. Hay ballets que hice hace veinte años que pasaron discretamente porque la prensa no venía. Entonces hacía buenos ballets, pero es la mirada lo que cambia. He hecho más de 80 ballets, entre los que hay algunos muy buenos, entre 20 y 30, que nadie ha visto y se han olvidado. Tal vez algún crítico se acuerde. Y ahora tengo muy buenas críticas, pero en los primeros años de la compañía, también. Por supuesto, con los años he hecho progresos, los humanos los hacemos, pero lo que cambia es la mirada de los demás.
Sus obras siempre han sido de ballet contemporáneo. ¿No siente la tentación de explorar otros estilos?
He evolucionado, porque se crece, se reflexiona, y las cosas cambian, pero en el fondo, es como un pintor o un escritor, que tiene su estilo. Van Gogh se reconoce por su manera de mover el pincel y el espesor de la pintura; en mi caso es lo mismo. A veces se bifurca, pero siempre he seguido la misma línea. Hago lo que sé hacer, eso es todo.
Entonces, ¿cuál es el estilo de Thierry Malandain?
En el lenguaje coreográfico hay cosas que me gustan, aunque se puede decir que se ha simplificado. Porque antes era más joven y podía moverme mucho mejor, la coreografía era muy habladora; ahora es más pura, si se puede decir así. Siempre me ha interesado la humanidad, las emociones, y eso siempre ha estado presente. Desde el primer ballet hasta el último, la emoción se destaca, inconscientemente, pero siempre está ahí.
¿Cuál es la situación de la compañía en estos momentos?
La compañía está parada desde marzo, y volveremos en agosto. Todas las compañías francesas tienen el mismo problema, así que es complicado. Desde marzo los bailarines cobran el paro, pero cuando empecemos a trabajar, aunque no sea para ensayar, no podrán cobrarlo. Y con tantas anulaciones... Estamos en una situación económica muy difícil. Para decirlo claramente, no nos queda dinero.
¿Qué opinión le merece el apoyo social e institucional que se está dando a la cultura?
La cultura no puede vivir sin subvenciones. Por supuesto, en otro modelo sí, pero sin apoyo público habría que aceptar que cada entrada se pagase a 100 o a 200 euros. Las subvenciones son para que las entradas resulten lo más baratas que se pueda. Es un poco inquietante cuando, como ahora, esto está un poco desacreditada. A veces leo en los periódicos las cartas de los lectores, en las que dicen que quienes estén interesados en la cultura que se la paguen, pero no se dan cuenta de que la cultura es para todo el mundo, y que sin cultura, sea la música, la pintura, la literatura o el cine, no se puede vivir durante mucho tiempo, porque es lo que permite evadirse, reflexionar de manera diferente y también entretenerse. Una sociedad sin cultura es una sociedad muerta.
Si la situación sanitaria lo permite, el festival Maitaldia de danza se celebrará en las fechas previstas, entre el 11 y el 20 de setiembre. ¿Han conseguido completar la programación?
La programación está hecha, se publicará en julio, pero ahora, evidentemente, está sujeta a las autorizaciones. Está confirmado que estará el Ballet de Montecarlo, porque ellos hace ya quince días que tienen la autorización para ensayar, por lo que es seguro que podrán venir y bailar. Aparte de eso, hay compañías como la nuestra que empezaremos a primeros de agosto y espero que, mientras tanto, podamos ensayar. Hoy podemos dar clases, pero no se pueden hacer dúos: solo pueden las parejas que viven juntas.
¿Y las compañías de fuera del Estado estarán también?
En principio, sí. Hay una compañía china y otra israelí, pero no podemos saberlo todavía, ya que no sabemos cuál será la situación de la epidemia en agosto. Si se calma, tendremos los permisos; si no, habrá que ver.