«La educación siempre va un poquito por detrás de los cambios sociales»
Nacida en Zaragoza en 1980, estudió cine bajo el liderazgo del prestigioso cineasta húngaro Béla Tarr. Tras rodar un buen número de cortometrajes desde 2009, ha debutado en el largo con «Las niñas», film que presentó en la Berlinale y que acaba de llegar a las salas tras su triunfo en el Festival de Málaga. La película podrá verse en también en Zinemaldia dentro de la sección Made in Spain.
En su ópera prima como directora, Pilar Palomero tira de sus propios recuerdos de adolescencia para contar el despertar a la vida de Celia, una niña de doce años que estudia en un colegio de monjas. Ambientado en la primavera de 1992, la película refleja las tensiones entre aquella fantasía de modernidad que narcotizó a los españoles y una educación castrante (sobre todo para las mujeres) donde aún resonaban nítidos los ecos de una moral conservadora.
«Las niñas» es una película que parece dar por bueno el axioma de que para una primera obra lo mejor es buscar inspiración en la propia biografía.
A ver, no se trata de una película cien por cien autobiográfica pero qué duda cabe que la experiencia de Celia, la protagonista, está imbuida de mis propios recuerdos. Yo tenía doce años, como ella, en 1992 y muchas de las cosas que viví en aquella época están en la película. El germen de esta película fue articular una reflexión sobre el tipo de educación que me tocó vivir y no me refiero únicamente a mi etapa escolar sino a todas aquellas experiencias que me fueron formando.
¿De dónde surgió la necesidad de explorar esos recuerdos?
Fue todo un poco casual. Un día en casa me encontré un cuaderno escolar de 6º de EGB donde había una redacción que nos mandaron en Religión. La verdad es que leer aquello tantos años después me hizo reír porque no tenía yo el recuerdo de que en aquel entonces estuviéramos en clase hablando de la castidad, parecía una cosa mucho más remota. Pero a partir de ahí fui hablando con mis hermanos y mis amigas y me fui dando cuenta de que daba un poco igual en qué colegio había estudiado cada uno ya que, en la práctica, todos habíamos recibido una educación similar. Y fue ahí donde me di cuenta de que a pesar de esa sensación de euforia colectiva que nos embargó a todos en el 92 y de creernos supermodernos, aún cargábamos con esa mochila que nos dejaron nuestros padres llena de valores conservadores. Me parecía un contraste interesante de cara a mostrarlo y reflexionar.
¿Piensa que nos vendieron una idea de modernidad irreal?
Puede ser, pero es que la modernidad es un concepto bastante subjetivo, depende mucho lo que entiendas como tal. Yo cuando comparo la educación que recibí con la que recibió, por ejemplo, mi madre, que tuvo que luchar contra no pocos prejuicios para conseguir una licenciatura en Ciencias Físicas, pienso que tuve una educación modernísima pero vista desde la perspectiva actual aquellas clases en un colegio de monjas parecen de lo más retrógrado.
El peso de esa mochila a la que se refería antes, todavía se deja sentir en la educación actual?
Yo es que creo que la educación siempre va un poquito por detrás de los cambios sociales y es bastante probable que si dentro de treinta años volviésemos la vista a la educación que se está produciendo hoy, también nos parecería algo desfasada. Con todo, yo creo que la educación actual es bastante mejor que la que recibimos nosotras. Ahora, por ejemplo, se habla más de las emociones y también hay menos tabúes entre padres e hijos y menos secretismo.
Más allá de esa relación con los padres, ¿qué peso cree que tiene la escuela a la hora de formarnos y condicionar nuestro carácter?
Hombre, tiene un peso indudable, sobre todo en aquellos años que evoco en la película donde te pasabas todo el día entre tu casa y el colegio. Y esa influencia no solo viene determinada por los profesores, también el hecho de que te toque una compañera al lado con otra visión de las cosas te puede llevar a descubrir realidades que ni te planteabas que existían. Nuestra personalidad se creó en la escuela.
¿Y a la hora de fijar y condicionar el rol social de la mujer también cree que la escuela resulta decisiva?
En aquellos años había una segregación que te hacía no relacionarte de igual a igual con el género masculino. Con los chicos teníamos una relación bastante ortopédica y eso hacía que los estereotipos de género salieran más a flote. Mientras preparaba el guion de la película y confrontaba mis recuerdos con los de amigas y familiares, me fui dando cuenta de que a mis doce años yo era, de hecho, bastante machista. Me bastó leer los cuentos y relatos que había escrito en aquella época para constatar que eran los de una niña que no estaba recibiendo una educación basada en los principios de igualdad. Y no es que me reconociera en aquella niña pero me sorprendió ver hasta qué punto tenía tan interiorizados esos mensajes que nos transmitían en el colegio.
La madre de la protagonista, en su condición de madre soltera, también refleja el estigma que la cultura del patriarcado reserva para algunas mujeres.
Sí, es un personaje que representa esa represión que tuvieron que padecer todas las mujeres de una generación anterior a la mía. Porque si mi generación lo tuvo difícil en ese sentido, las mujeres de la generación de mi madre estuvieron obligadas a aparentar muchas cosas.
En el tema del machismo ¿no percibe que estamos dando pasos hacia atrás?
No sé, puede ser. En todo caso tenemos más mecanismos de los que teníamos hace treinta años para estar vigilantes ante la irrupción y la consolidación de determinados discursos de exclusión. Estamos mejor preparados para rechazarlos y desecharlos. Dicho lo cual, da un poco de miedo ver cómo algunas actitudes y algunos pensamientos que creíamos desterrados siguen ahí presentes.
¿Qué valor le da al cine como herramienta de reflexión?
Yo creo que el cine sí puede impulsar reflexiones en el espectador pero sin perder de vista la capacidad que tiene para generar emociones. De hecho, si algo hemos trabajado en esta película es la manera de capturar esas emociones en el rostro de los personajes con la idea de que eso pueda conducir al espectador a un viaje hacia sus propios recuerdos, hacia su propio pasado. Hay ciertas cosas que son universales. Nosotras presentamos la película en el festival de Berlín con la idea de que se trataba de un film muy local y para nuestra sorpresa hubo espectadores de todo el mundo que se reconocieron en la historia.