Arturo Puente
Periodista
JOPUNTUA

El pacto roto

Parece un pasado remoto pero, en Catalunya, durante generaciones hubo la creencia de que la nación catalana podría no solo sobrevivir en el Estado español sino hacerlo de forma cómoda. Esa fue una de las líneas maestras del pacto de la transición, que recogía un interés real en las organizaciones políticas del antifranquismo y que después se convirtió en la espina dorsal del proyecto político de Jordi Pujol y posteriores..

Había varios factores que empujaban al pacto al que se llegó. Por un lado, la preocupación por «coser» la sociedad catalana, es decir, que las comunidades catalanohablante y castellanohablante no vivieran de espaldas. El concepto de «un solo pueblo», creado por el comunismo catalanista y que hizo fortuna transversalmente. Por otro lado la necesidad de recuperar el hilo cultural perdido durante el franquismo.

La generación de Pujol creyó que tenía la oportunidad de recatalanizar a su pueblo, después de décadas de descatalanización forzosa. La contrapartida era ceder el poder político. No tocar demasiado las narices con la soberanía, con la independencia, comprometerse con la estabilidad del Estado y conformarse con el autogobierno que la Constitución ofrecía. Fue así como se consiguió la escuela en catalán. O que el catalán fuera la lengua habitual de la administración y que tuviera medios de masas a su disposición. Pero aquel pacto se ha roto en los últimos años. Es inútil discutir qué fue primero, si los catalanes creyeron de pronto que sin poder político su cultura no podría sobrevivir o si consideraron que la cuestión lingüística ya estaba superada y ahora debían de ir a por retos mayores.

El caso es que se rompió. Las instituciones catalanas lanzaron en 2017 una contundente intentona independentista, que perdieron. Así que ahora el campo de batalla es la lengua y eso explica que haya partidos y grandes sectores sociales que en otro momento defendían el catalán pero que hoy ya no lo hacen. Ni lo harán. Porque, una vez se ha demostrado que unos no tienen fuerza para llegar a la independencia ni para alcanzar el poder político, los otros no tiene ningún incentivo para respetar el catalán como contrapartida.