Ibai AZPARREN

«DESPEDIDA» ANUNCIADA EN EL PUEBLO:«QUÉ JODIDO ES SER JOVEN EN 2020»

EN EL PUEBLO SE HA CERRADO TODO. LOS PARQUES PRECINTADOS Y EL BAR CON LAS PERSIANAS BAJADAS GENERAN UNA MELANCOLÍA INEVITABLE. EN NAFARROA HA SIDO UN FIN DE SEMANA CON SABOR A «DESPEDIDA».

Los jóvenes del pueblo no son asiduos feligreses, pero desde el desconfinamiento se han abalanzado a la conquista de espacios públicos para poder pasar el rato. Y el atrio, ese patio abierto situado a la entrada de la iglesia, se ha bautizado como el nuevo txoko o bajera. El humo del tabaco, la música y las largas discusiones generan similitudes evidentes. Pero es un sitio abierto en el que la posibilidad de guardar distancia y el uso de la mascarilla evitan sobresaltos.

Esos debates siempre interminables giraban este fin de semana en torno a las nuevas restricciones. Y concluían con un amargo sabor a «despedida», por lo menos para un rato, y con el consenso de «qué jodido es ser joven en 2020». «Y en 2021», apostillaba otra voz.

La sociedad del pueblo cerró en marzo. Una cinta impide el paso al parque y el único bar del pueblo bajó la persiana el jueves, para desconsuelo de los vecinos. Las dueñas, sin embargo, decidieron servir cenas a domicilio (¿quién hubiera pensado que hasta aquí llegaría el «take away»?) y a partir de las 20.00 allí estaba medio pueblo.

De vuelta en el atrio, reaparecían los datos de casos y hospitalizaciones. Y las preguntas, siempre las preguntas: «¿Por qué en Nafarroa estamos peor?» o «¿cuándo hostias va a llegar la vacuna?». Tampoco se disipaban los temores sobre medidas «militares» como el toque de queda ni el enfado por que «parece que los jóvenes tenemos la culpa», incluso de que «no se haya reforzado el sistema sanitario».

En un pueblo de apenas 350 habitantes, la limitación de reuniones sociales no ha supuesto problema alguno, pero el batiburrillo generacional ha desaparecido y el municipio cada día se ve más vacío. Ese sentir aumentó el fin de semana, entremezclándose con las preocupaciones de jóvenes eventuales que temen perder el trabajo o pasar la vida en el mismo. «De la celda al trabajo y del trabajo a la celda», posteaba uno en Instagram.

El cambio de hora fue el colofón: un pueblo apagado, además de desierto, y la sensación de que el invierno será largo.