Isaac Zubi
KOLABORAZIOA

A río revuelto, ganancia de pirañas

En esta época de pandemia que nos está tocando vivir, la sanidad pública y sus profesionales están afrontando un reto sin precedentes. Un buen ejemplo de ello podría ser la sobresaturación de los servicios de Atención Primaria. Sus responsables han denunciado en reiteradas ocasiones la imposibilidad de ofrecer una atención adecuada y de calidad con las actuales condiciones tanto materiales como humanas, dejando patente la falta de personal y lo agotador de las jornadas interminables en que ello deriva. Igualmente, las citas de especialistas como otorrinos, alergólogos, oftalmólogos, etc. están siendo pospuestas una y otra vez sin justificación aparente, acumulando un retraso considerable. Por último, la atención física está siendo suplida por llamadas telefónicas de muy dudosa eficacia que dificultan sobremanera el diagnóstico médico y hacen que desaparezca un factor fundamental en la atención a la salud, el contacto humano.

A mi juicio la salud que se demora y que además prescinde de las relaciones y del contacto entre seres humanos, no es salud, y atenta directamente contra uno de los derechos universales fundamentales que posee la ciudadanía y que constituye uno de los pilares básicos del estado de bienestar junto a la educación. ¿Acaso existe bienestar sin una salud de calidad? La respuesta es obvia.

Pero hoy no voy a hablar sobre esta clase de retos que todos conocemos y que algunos intentan ocultar o desmentir a través de los medios oficiales de contrainformación que tratan de desprestigiar y deslegitimar las reivindicaciones de las y los trabajadores del ámbito sanitario por simple estrategia política. En mi opinión estamos asistiendo a otro desafío de mayor envergadura. Si analizamos los espacios publicitarios de diferentes medios de comunicación, la presencia de anuncios de compañías privadas de salud día a día va en aumento. Aseguradoras dedicadas tradicionalmente al mundo del transporte, empresas del sector bancario, compañías privadas de salud, etc. están lanzando sus tentáculos sobre este sector de la atención médica, contribuyendo poco a poco y de forma soterrada a la mercantilización de la salud.

Valiéndose de caras conocidas que inspiran confianza por ser presentadores de informativos, y por ello suponérseles rigor y veracidad, nos están prometiendo felicidad a través de la atención sanitaria privada. Están aprovechando de forma carroñera las dificultades que está padeciendo el sistema público de salud en las actuales circunstancias de covid-19 para hacer negocio con un tema tan sensible. No merecería mayor atención si este intento fuese temporal y viniera a cubrir circunstancialmente las carencias anteriormente expuestas. No obstante, mi desconfianza es supina y temo que han venido para quedarse y apropiarse del sector de la salud, a imagen y semejanza de los Estados Unidos, y así hacer las delicias del ideario neoliberal a costa de soterrar un derecho público. Porque en definitiva lo que nos igualaba a todos y a todas era la muerte, pero visto lo visto y de aquí en adelante, los que tengan posibilidades nos igualarán más tarde si antes no ponemos remedio.

Salud, mucha salud, pero pública y para todas y todos.