Etxepare Euskal Institutua ha cumplido diez años trabajando para llevar la cultura vasca a la esfera internacional. En una entrevista hoy en GARA su directora, Irene Larraza, hace un balance positivo de este periodo. Buscando nuevas plazas y alianzas para los creadores vascos y sus obras, esta joven institución intenta proyectar la creación cultural del país, a la vez que conecta con las diferentes plataformas que pueden aportar difusión, ideas e incluso nuevos proyectos.

Etxepare Institutua es un interlocutor reconocido que trabaja con otras entidades análogas a su mismo nivel. No obstante, no se puede obviar que, a diferencia de otros organismos similares de otros países y culturas, el euskara y la cultura vasca están minorizadas y no tienen un Estado que las homologue y las proteja. Acogotada entre dos culturas postimperiales como la hispanidad y la francofonía, resurgida con gran esfuerzo y voluntad popular tras largos periodos de represión, a menudo menospreciada y discriminada aún hoy en día, la cultura vasca trabaja para vertebrar al país a la vez que lucha para reivindicarse y mostrarse al mundo. No lo tiene fácil, pero es cierto que esos condicionantes históricos la han hecho más crítica, indómita, dinámica y resiliente. Seguramente, en sus virtudes están también algunas de sus taras y dificultades. Para empezar, la escala: su diminuta dimensión en un mundo donde se premia lo grande.

Como el resto de actividades humanas, este décimo aniversario ha estado marcado por la pandemia, que ha puesto de relieve las debilidades intrínsecas que tiene nuestra cultura. Como señala Larraza, esto debería servir para analizarlas, debatirlas y ponerles remedio. Para poder impulsar a nivel internacional la cultura vasca es necesario que el tejido cultural del país esté más fuerte, sea viable, no padezca tanta precariedad, sea más conocido y reconocido por las instituciones y la sociedad. Es una inversión que será rentable a diez, veinte y cien años vista.