COMICIOS PRESIDENCIALES

Alarma en Portugal por el auge de la ultraderecha frente al espejo de Vox

Muchos lusitanos ven con estupor que en su país, hasta hace poco sin neofascismo con poder electoral, se hayan septuplicado los votos al «Abascal» lisboeta. Exbastiones comunistas ahora viran al trumpismo, a caballo de la crisis y el hartazgo. Temor ante la normalización del machismo y racismo.

Voy a devolver la palabra a los militantes», dijo André Ventura esta semana, abriendo su campaña para las primarias de Chega, el partido de ultraderecha luso que conmovió a la sociedad portuguesa el domingo por su crecimiento en las presidenciales. El trumpista había prometido que si no obtenía el segundo puesto, renunciaba. Pero es una dimisión-bumerán: participará de las primarias y las ganará, sin duda.

La estrategia es una pirueta retórica más de este confeso admirador del italiano Matteo Salvini, que acaparó parte de la atención mediática esta semana tras los comicios a la Jefatura del Estado gracias a su dimisión con reasunción tácita. Es la receta típica de las formaciones populistas autoritarias: golpes de efecto mediáticos con frases extravagantes o decisiones destempladas.

Pero el problema es más profundo y empieza a alarmar a muchos portugueses que se enorgullecían de ser parte de la «excepción ibérica», el rincón europeo donde no ascendía el neofascismo demagógico. Pues la ola nacional populista llegó al Estado español con fuerza en 2019 y a su vecino occidental un año después. La península ya no es ninguna excepción y corre riesgo real de lepenización.

Chega (que significa «llega», pero que en portugués se utiliza como un «basta») obtuvo casi el 12% de los sufragios, apenas un punto porcentual menos que la coalición de la socialista Ana Gomes y muy lejos del ganador, Marcelo Rebelo de Sousa, muy popular entre los lusos y que contaba con el guiño del primer ministro, António Costa.

El partido de Ventura se convierte así en la tercera fuerza política, pasando de los 67.000 votos de las parlamentarias de octubre de 2019 a los 494.000 de ahora. Su discurso racista, machista, antisistema y anticorrupción caló hondo en el interior lusitano, especialmente en la región menos desarrollada del Alentejo (sureste, limítrofe con Extremadura) y también en la periferia trabajadora de Lisboa. Es una de las leyes no escritas del neofascismo del siglo XXI: crece allí donde antes era fuerte la izquierda más radical. Ahora, el enfado lo canaliza la ultraderecha.

La extrema derecha obtuvo el segundo lugar en 204 municipios y alcanzó el 20% en Portalegre (Alentejo), el 18% en Bragança (norte) y el 17% en Faro (capital del Algarve). Las ciudades medianas del interior son donde mejor encaja un ideario nacionalista, purista y eurófobo. En donde peor resultados obtuvo fue en el área metropolitana de Porto (cuna del liberalismo portugués).

Señales de alarma. Chega fue fundado por Ventura a su imagen y semejanza. A diferencia de su aliado Vox, no hay dirigentes con cobertura mediática ni portavoces con densidad política más allá de su líder. Él acapara toda la atención (es su único diputado del Parlamento) y su impronta autoritaria se plasma hasta en los estatutos, en los que está expresamente penado con expulsión a quien critique en redes sociales al partido.

Este fenómeno, que ha ocurrido en relativamente poco tiempo, ha alertado a los portugueses de dentro y fuera del país, uno de los más viejos de Europa y con la mayor proporción de población exterior. En el Estado español residen casi 100.000 lusos, la comunidad más grande en Madrid, seguida de Barcelona y Pontevedra.

«Fui a votar porque me preocupa cada vez más el ascenso de la extrema derecha, me preocupa el discurso machista que Ventura realizó recurrentemente en la campaña», dice a GARA Susana Matos, investigadora de mercado para una farmacéutica. Vive en el barrio madrileño de Tetuán y es oriunda de la ribera sur del Tajo, frente a Lisboa.

Fue a votar con un grupo de siete portugueses entusiasmados con participar de un proceso electoral que intuían diferente. «Suelo votar a la izquierda y en estas elecciones aún más, porque había un objetivo concreto, porque Ventura dijo que si no quedaba segundo, dimitía y ese fue uno de mis motivos, por eso voté a Ana Gomes. No voto siempre desde que vivo aquí, pero esta vez sentí que había que hacerlo porque observo lo que está ocurriendo en España con Vox y me preocupa el ascenso de los populismos. Sentí que esto era un deber», señala.

Cuando se le pregunta a Susana, de 40 años, por qué cree que crece Chega, responde: «Creo que Portugal es un país envejecido y (Ventura) está apelando mucho a generaciones más avanzadas y a algunos de edad media que están descontentos. Lo votan muchos hombres y pocas mujeres, los sectores menos instruidos y más conservadores. También los policías, porque él habla mucho de defender la autoridad y acabar con las faltas de respeto a ellos».

A Susana la preocupa, en particular, que se naturalice un discurso machista que surge como reacción al avance feminista. «Portugal es, sin duda, un país machista, más incluso que España, y racista, aunque muchos compatriotas creen que somos los menos racistas de Europa, pero basta observar la presencia de negros en los altos cargos y la paga media que tienen», explica.

Ver el fenómeno creciente de Chega en el espejo de Vox es inevitable para esta migrante que lleva cinco años en Madrid. «Creo que la ultraderecha tiene un terreno fértil en Portugal para seguir creciendo y lo peor es que en Açores ya es parte del Gobierno. Como pasó en Andalucía, la derecha pactó con Chega para el Elecutivo regional y eso abre la puerta a crecer más», lamenta.

A sus amigos y familiares del área de Lisboa, en general, les disgusta Chega y comenta que el ascenso del partido está provocando «una reacción muy fuerte en la capital, hay mucho anti-Chega, hay mucha sensación de asco y ganas de combatirlo». Esto es palpable en el ambiente político portugués, de tal forma que los partidos progresistas han hecho propuestas para ilegalizar a Chega, e incluso la candidata Gomes y la del Bloco de Esquerda, la eurodiputada Marisa Matias, aseguraron en campaña que de ganar la Jefatura del Estado nunca iban a permitir la formación de un Gobierno en el que participara la ultraderecha.

«Si Chega ganara, no volvería a Portugal». En el grupo de portugueses en Madrid con quienes fue a votar Susana también estaba José Marques Rodrigues, un joven economista criado en Braga, a 75 km de la frontera con Galiza. Desde hace cuatro años reside en la capital del Estado espa- ñol y trabaja como data-scientist. «Yo siempre voto, pero esta vez sentí que había una predisposición especial al ir. Estuve reflexionando si votar a Gomes para hacer el voto útil contra Chega, pero finalmente decidí votar por convicción ideológica y voté al partido Iniciativa Liberal (salió anteúltimo)», relata a GARA.

Marques habla con desprecio de Ventura, a quien califica como un «trumpista provocador que dice lo que haga falta para salir en los medios, sin ideología, más bien un surfista del populismo que va tocando botones y por eso toca el botón de los gitanos, de la corrupción y de la emigración».

Preguntado si fue una sorpresa el resultado con el ascenso de Chega, responde: «Me ha preocupado, pero no sorprendido; me parece, por lo que veo, que se están empezando a instalar de a poco este tipo de opiniones, el discurso antisistema está ganando terreno por la pandemia y la crisis económica, y el descrédito de la Justicia por los casos de corrupción. Tengo miedo que ocurra lo mismo que con Vox, que se normalice, aunque Chega no tiene casi militancia ni otra personalidad que no sea Ventura. Creo que no están preparados para ser lo que ya es Vox, pero es posible».

José Marques pasó un mes en Braga de vacaciones por navidad y comenta que de toda la gente de su generación con la que habló de política nadie apoyaba a Chega, pero hubo algo que le llamó la atención: «Cuando mi padre, que es un votante de siempre del Social Demócrata (centroderecha), me hablaba de Ventura, me decía ‘sí, es malo pero dice algunas verdades’. Y la kelly que trabaja hace décadas en la casa familiar también opinó similar, que no lo votaría, pero que dice ‘algunas cosas ciertas’. Creo que eso es suficiente para que la semilla crezca».

«Si estuviera Chega en el Gobierno o fuera parte del Gobierno, no volvería a Portugal. Me frenaría mucho mi regreso y me daría vergüenza», recalca Marques, quien cree también que finalmente los extremistas acabarán moderando su discurso para poder llegar al poder, lo que los hace más peligrosos.

Se sorprende con la pasividad de algunos de los ciudadanos del Estado español ante la ultraderecha y cree que «deberían tener un poco más de consciencia de lo que es Vox. No parece haber noción en España del peligro que acarrea darles poder a estos partidos».