GARA
BAGDAD

El papa Francisco pide «que callen las armas» en su histórica visita a Irak

«Que callen las armas», reclamó el papa Francisco a su llegada ayer a Irak en la primera visita de un pontífice a este país, un mosaico de culturas diezmado durante años por las guerras y las persecuciones, e instó a reconstruirlo desde la «discusión franca y sincera».

El papa Francisco llegó ayer a Irak para una visita de tres días porque era «su deber» viajar «a esta tierra martirizada», según confesó durante el vuelo, mientras que en su primer discurso ya en tierras iraquíes clamó contra la violencia y pidió el compromiso de la comunidad internacional para llevar la paz al país y a todo Oriente Medio sin imponer sus «intereses políticos o ideológicos».

Entre fuertes medidas de seguridad y anticovid, el papa dijo viajar como «un peregrino de la paz» para reconfortar a una de las más antiguas comunidades cristianas del mundo, marcada por la violencia y la pobreza. Actualmente en Irak esta no llega a las 300.000 personas –1% de la población– cuando en 2013 era de 1,4 millones.

En su viaje más difícil y arriesgado, que terminará el lunes tras recorrer 1.445 kilómetros, sobre todo por aire para evitar las zonas donde se esconden los yihadistas, el pontífice también tenderá la mano a los musulmanes y hoy será recibido en Nayaf por el gran ayatolah Ali Sistani, la máxima autoridad chií.

Ante sus principales dirigentes, entre ellos el presidente, Barham Saleh, el papa evocó ayer todos los asuntos candentes en el país. «Basta de violencia, de extremismos, de facciones, de intolerancias», señaló.

Y dijo también «basta de corrupción», motivo por el que cientos de miles de iraquíes manifestaron en 2019, al tiempo que urgía a dejar de reprimir a sus jóvenes que pedían justicia.

Asimismo, pidió que nadie sea considerado «ciudadano de segunda clase», sobre todo en referencia a los cristianos y a los yazidíes, minoría perseguida por el Estado Islámico, que vendió a miles de sus mujeres en «mercados de esclavos». Francisco denunció esa «barbarie insensata y deshumana» perpetrada en la antigua Mesopota- mia, «cuna de la civilización». Recordó «la antiquísima presencia de los cristianos en esta tierra», donde según la tradición nació Abraham, y abogó por «su participación en la vida pública» como «ciudadanos que gozan plenamente de derechos, libertad y responsabilidad».

Tras su discurso, inició la parte más espiritual y popular de su viaje, con una oración en la catedral Nuestra Señora de la Salvación, escenario en 2010 de un ataque que dejó 53 muertos.