Inspirada se ha despertado hoy la derecha, que se ha lanzado, prietas las filas, a sacudir las entretelas de los votantes madrileños al grito de «Comunismo o libertad».

De risa, sí, si no fuera porque sabemos que, antes de ponérsela a Isabel Díaz Ayuso en bandeja para el desayuno, toda una cohorte de consejeros, asesores y expertos en la materia ha barajado, diseccionado, medido y examinado toda suerte de consignas hasta dar con la más apropiada. Esta les ha debido resultar ideal; y muy marcial y así.

Funcionará; probablemente, funcionará. Estamos inmersos (allí, aquí y en todas partes) en una crisis sin precedentes (que aún no ha hecho más que empezar) y la actual presidenta de la Comunidad de Madrid es una mezcla letal de irresponsabilidad y soberbia; eso sí, sumamente útil a los suyos.

Pero no hay como lanzar al viento la palabra comunismo, para desatar todos los demonios y que la gente se vea frente a la amenaza de que se lo quiten todo, la casa, el coche, la tele, la comida y hasta el perro (como si para eso no tuviéramos ya la precariedad, el desempleo y los bancos) y la dejen plantada, sin zapatillas de marca ni nada, en la miseria de un habitáculo con desconchados entre iglesias ardiendo.

Pero funcionará, porque el problema no es no saber qué es el comunismo, sino no saber qué es la libertad.