Ramón SOLA
DONOSTIA

Urkullu no quiere un estado de alarma con su firma

El debate sobre el estado de alarma al que podrían quedarle solo diez días todavía tendrá varios capítulos. Desde el Estado se empieza a ofrecer a las autonomías la opción de aplicarlo en su ámbito, pero paradójicamente Urkullu no parece dispuesto. Quien antes se proclamaba mando único, prefiere que Madrid asuma el coste de las restricciones.

El lehendakari de la CAV, Iñigo Urkullu, consideró ayer que es «muy cuestionable» la aplicación de un estado de alarma «a la carta» para las comunidades autónomas, una posibilidad que sugirió este pasado miércoles la vicelehendakari segunda, Idoia Mendia. Todo ello a diez días de que pueda concluir a nivel estatal, lo que supondría el fin de los confinamientos perimetrales autonómicos o del toque de queda, una posibilidad que Urkullu ve muy peligrosa en términos sanitarios.

En vísperas de ese eventual levantamiento de la medida (por ahora el Gobierno Sánchez solo dice tener «la intención» de hacerlo y entre medio están las importantísimas autonómicas de Madrid), paradójicamente Urkullu pasó a situar esa medida como competencia estatal y no autonómica. Y lo hizo después de que Mendia abriera esa puerta, cabe suponer que a instancias de Madrid y quizás como mero globo sonda.

Urkullu argumentó al llegar al Parlamento de Gasteiz que la situación actual no es de una «epidemia localizada», sino de una «pandemia global», por lo que reiteró su apuesta por prorrogar el estado de alarma más allá del próximo 9 de mayo en todo el Estado.

Discordancias en Lakua

La vicelehendari segunda, Idoia Mendia, afirmó este miércoles que el estado de alarma «puede estar señalado solo también para alguna comunidad autónoma», en el caso de altos niveles de incidencia, como es el caso de Euskal Herria y sobre todo Gipuzkoa. En todo caso, Mendia habló de «seguir trabajando desde el diálogo» entre los diferentes gobiernos, por lo que todo apunta a que este debate va a dar bastantes vueltas aún hasta el 9 de mayo.

En este contexto, Urkullu insistió en que es partidario de prorrogar más allá de la fecha límite el estado de alarma que se aplica en todo el Estado o, «en todo caso», de activar una vía «con garantías jurídicas». El lehendakari de la CAV parece temer que se le invite a implantar un estado de alarma particular que luego pueda ser tumbado por algún tribunal, dado que en pronunciamientos judiciales anteriores este mecanismo ya ha sido definido como competencia estatal.

De paso, en la discusión ha desaparecido curiosamente la opción y las potencialidades de una declaración de emergencia, que Urkullu ya usó el 13 de marzo del pasado año al estallar la pandemia, aunque luego quedó sepultada por la declaración de alarma estatal, y que también decretó desde mediados de agosto por el inicio de la segunda ola.

Hay que matizar que aunque se levante la alarma el lehendakari de la CAV (igual que su homóloga navarra, María Chivite) mantendrán prerrogativas como poder realizar confinamientos locales –o por eskualdes o herrialdes– e imponer limitaciones horarias o de aforos. Pero así podría llegarse a situaciones contradictorias como que no hubiera problemas para llegar de Araba a Cádiz ni tampoco para pasar a Nafarroa pero estuviera vetado pasar de Araba a Gipuzkoa o Bizkaia. Algo que no parece gustar en absoluto a Urkullu.

En todo este tema existen por tanto un problema de relato para los gobernantes. De hecho, cuando los ministros de Sánchez matizan que levantar el estado de alarma es «una intención» hay quien piensa que ese discurso está condicionado por la campaña electoral en Madrid. Es sabido que la candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, está explotando lo que llama «modelo Madrid», basado en evitar restricciones impopulares. Y cabe la opción, aunque quizás no sea lo más probable ya a estas alturas, de que el PSOE solo esté intentando no quedarse atrás en esa carrera «liberal».

Pero también Urkullu parece atrapado en esa necesidad de un relato «amable» para su ciudadanía. Es más llevadero para su proyección pública un estado de alarma de ámbito estatal –impuesto por Sánchez– a otro que tenga que llevar su firma.

 

Una meseta insoportable para los hospitales

La situación epidemiológica, como tal, no va a peor. La evolución al alza de los contagios parece haberse cortado los últimos días y Hego Euskal Herria ha entrado en una meseta en torno al millar de casos diarios, que puede ser el preludio de un descenso, un paréntesis para volver a subir, o un estancamiento prolongado.

Nafarroa, pese a un mal dato ayer (181 casos), es el único herrialde donde la incidencia cae de forma constante. Sin embargo, a igual restricción que en ocasiones anteriores, la velocidad de descenso está siendo mucho menor.

El verdadero problema es que esta meseta ha llegado con una incidencia demasiado alta, por lo que la presión hospitalaria se hace insoportable. Hay 192 personas en UCI y no se tenía una cifra así desde la primera ola. Con la diferencia de que ahora son más jóvenes, ya que los ancianos están vacunados.