Iñaki Lekuona
Profesor
AZKEN PUNTUA

Asma

Valcebollera es un pequeño pueblo catalán, francés por la gracia de dios, que logra la supervivencia de su medio centenar de almas gracias fundamentalmente al turismo residual que acude casi por azar a esta comunidad suspendida entre las paredes del Pirineo oriental. Entre sus habitantes ilustres cuenta con un tal Jean Castex, hoy primer ministro, pero que en su día, un chaval occitano, llegó hasta esas altitudes para tratar su asma. Y con ese aire altamente oxigenado al gascón le sobrevino el catalán, idioma que respiró e inspiró hasta que lo habló con tal facilidad que su esposa, catalana hasta las trancas, pudo creerse que su pareja nació en una recóndita masía.

Este fin de semana, con el pretexto de la vacuna, Castex se paseó por esa Euskal Herria que visita habitualmente. Y de pronto se vio abordado por peligrosos defensores de la lengua vasca, como Max Brisson, senador de la derecha más conservadora, o Frédérique Espagnac, radicalísima socialista de la izquierda más conservadora, que exigieron que el Estado respete la política de inmersión que, entre otras asociaciones, aplica Seaska y que permite que las lenguas minorizadas sean lenguas vehiculares de enseñanza. Jean Castex, catalanoparlante, se quedó prácticamente mudo. Tiene que ser extremadamente difícil defender lo indefendible. No es de extrañar que le falte el aire. No es un ataque de asma. Es de alma.