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«QUEREMOS IR A EUROPA PORQUE AQUÍ, EN KURDISTÁN, NO SE PUEDE VIVIR»

«Nuestra vida es terrible». Himen Gabriel no ve futuro alguno en Kurdistán Sur (Irak) y no oculta que quiere llegar a la Unión Europea (UE), como miles de sus compatriotas que se encuentran amontonados en la frontera entre Bielorrusia y Polonia y utilizados como moneda de presión geopolítica.

Con una larga y prolija barba negra cortada al estilo moderno, Himen Gabriel, de 28 años, no tiene más que su taxi para sobrevivir a falta de horizonte profesional alguno. En Erbil, capital de Kurdistán Sur, «se ve la muerte todos los días», asegura, para resumir su desazón.

Pronto, el joven hará las maletas para dirigirse a Europa. ¿Cómo? Espera poder atravesar la frontera con Polonia, país miembro de la UE, pero no revela nada del itinerario que piensa realizar.

Himen Gabriel está informado sobre el drama que sufren miles de kurdos en la helada frontera polaco-bielorrusa, donde los refugiados se han convertido en el centro del enfrentamiento entre Minsk y Varsovia. Pero explica que todos los peligros del viaje no son nada al lado de la perspectiva de poder «llevar una vida tranquila» en Europa. De sus cuatro hermanos, todos licenciados, ninguno ha logrado un puesto de trabajo en el sector público «porque no militan en ningún partido político», denuncia.

Un futuro mejor

Kurdistán Sur, enclave autónomo en el norte de Irak, se presenta como un refugio por su estabilidad y su apertura a las inversiones extranjeras, pero su población vive sometida a un sistema clientelar y corrupto.

Desde hace decenios se reparten el poder el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) del clan Barzani, fuerte en Erbil, y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), con su feudo en Suleimaniya.

El pasado mes de mayo, la ONU denunció detenciones arbitrarias, procesos judiciales injustos e intimidación contra periodistas, activistas y manifestantes.

3.000 kurdos han abandonado el enclave en los tres últimos meses y 1.600 de ellos han logrado entrar en Bielorrusia con un visado de turista, según la Asociación de Refugiados de Kurdistán.

Bielorrusia es también el horizonte inmediato de Hiwa Fariq Mohammed, impresor en Suleimaniya, en el este de Kurdistán Sur. Tras cuatro tentativas infructuosas, volverá a tomar el camino hacia Europa. «Quiero irme por la falta de seguridad y la difícil situación económica», asegura este hombre de 44 años. «Quiero asegurar un futuro mejor a mis hijos y a mi hija», afirma.

Gases lacrimógenos

Desde el salón de su casa en Erbil, Diler Ismael Mahmoud, de 55 años, ha agotado su capacidad de sufrimiento. El dolor de un padre cuyo hijo de 25 años, Kilan, murió hace poco más de diez días, cuando intentaba entrar en Polonia con un pasante de fronteras.

«Tenía diabetes y una enfermedad en la médula espinal», llora Mahmoud. Las durísimas condiciones climáticas, el viaje y la intensa marcha mataron a Kilan, que había partido junto a dos hermanos, su hermana, su cuñado y su sobrino de 5 años con la esperanza de llegar a Alemania, donde vive desde hace decenios una importante comunidad kurda.

«Pensábamos que la ruta era fácil. Muchos la han hecho y dicen que se trata de un camino seguro con cuatro horas de marcha», recuerda Diler Ismael Mahmoud. «Fácil», en comparación con la ruta que pasa por Turquía y atraviesa el mar Egeo y Grecia, y que ha segado la vida de miles de refugiados.

Hoy, su hija está siendo tratada en Polonia tras haberse fracturado la pierna durante el viaje. El resto de la familia fue devuelto a Bielorrusia y sigue bloqueado en la frontera.

Otro hombre entrevistado por teléfono por AFP, quien requirió el anonimato, relata que al llegar junto a su familia a la frontera, el grupo de migrantes del que formaba parte se topó con soldados polacos apostados del otro lado de la alambrada de púas. «Intentamos cruzar, pero los militares nos lanzaron gases lacrimógenos para obligarnos a retroceder», relata.

De vuelta a Minsk, capital de Bielorrusia, se puso en contacto con algunos familiares que residen en la UE para encontrar otro medio de llegar hasta Alemania.

El jefe de la comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento de Kurdistán, Rebouar Babki, asegura a AFP que «se están implementando iniciativas para traer de regreso a estos migrantes, pero muchos de ellos no quieren hacerlo».