Belén Martínez
Analista social
AZKEN PUNTUA

Anemia emocional

El pasado mes, el rey Felipe VI reivindicaba en Puerto Rico el rol positivo de la colonización española, caracterizándola de modélica. Con el pecho exhalado dijo que «España trajo consigo su lengua, su cultura, su credo» y que «aportó valores y principios como la concepción de derechos humanos universales».

Negándole intencionalidad y propósito a la conquista, el monarca menoscaba la dignidad de las y los supervivientes de las invasiones bárbaras –que no fueron un cambio magnánimo de afectos o un trueque algo egoísta de placeres–. La conquista se basó en el adoctrinamiento de los salvajes, enderezando los errores de la naturaleza y los espíritus torcidos con la espada, el crucifijo y la Gramática castellana de Nebrija, que eran las armas de destrucción masiva utilizadas para el exterminio y/o domesticación de la población y el expolio de los recursos.

Afortunadamente, la capacidad de juzgar de las colonizadas y el espíritu de resistencia no se han quebrado. Coincidiendo con la llegada de Felipe VI a la isla de Boriquén (nombre indígena de la isla de Puerto Rico), un grupo de indigenistas derribó la estatua de Ponce de León, un crédulo en busca de una quimera a quien el monarca no cesó de elogiar. Río Grande de Loíza! Río grande. Llanto grande. Puerto Rico, la patria de la poeta Julia de Burgos.