Sobre vestirse como putones feministas
Anteayer, la marabunta del 8 de marzo arrancó en Iruñea con nuestro himno “Me gusta ser una zorra”, y me sentí renacida. Unas potentísimas chavalas llevaban pedaleando el equipo de música, con luces y todo, del que atronaban temazos feministas, y ahora tenemos tantos. ¡Hemos sobrevivido tirando de Las Vulpes y pocas más décadas! Veo a una brava zagala con pasamontañas y minifalda rosa barbie, las tetas al aire, bailando como una estríper en la marcha feminista de Ciudad de México, y me siento renacida. A las mujeres se nos acusa de provocar esa violencia sistémica contra nosotras que nos amenaza y asalta a todas, que se estableció antes de que naciéramos, de que nacieran nuestras madres, nuestras abuelas, nuestras bisabuelas, por vestir y comportarnos de manera inadecuada. Inadecuada para qué, para quién. Y, coño, ¿fundé yo solita el patriarcado milenario hoy por enseñar el coño?
Menos mal que hemos tenido a las punks. «Hay que pensar que, hasta la llegada del punk, las chicas cantaban canciones de amor. Quedaba muy chocante que una criaja como yo, con esa cara de mocosa que tenía y con la teta al aire, hiciera crítica social, sin sentido incluso, histérica. Mostrar los pechos, ¿por qué no? ¿Me tengo que avergonzar de tener pechos? Qué alguien me explique por qué no puedo mostrarlos, ¿porque te provoca a ti sexualmente?». Esto lo dice Silvia Resorte, amiga fiestera barcelonesa que estaría en edad de jubilar, de haberse doblegado alguna vez al mercado laboral.
El ataque en nombre del feminismo, ¡incluso en nombre del independentismo!, a Chanel, la candidata que mandará nada menos que España a Eurovisión por guarra, por autocosificarse, por mestiza y extranjera, decidlo, ha sido vergonzante. Ya sabemos, mujeres privilegiadas, que somos las barriobajeras, las oscuras, las trans, las fiesteras, las que a menudo vestimos como putones. Claro que el feminismo no reside en un vestido de licra, pero si en defender que la chica más destapada, más caliente y más borracha pueda llegar íntegra a casa, cuando le dé la gana.