Belén Martínez
Analista social
AZKEN PUNTUA

Catalina de Erauso: errante en fuga

Las artistas Helena Cabello y Ana Carceller solicitan al Ayuntamiento donostiarra cambiar el nombre a la calle Catalina de Erauso por el de Antonio, nombre que adoptó los últimos años de su vida. Aducen que era transexual. No sé yo.

La historia de Catalina de Erauso es el relato de la transgresión de los atributos y roles de género reservados a las mujeres en una sociedad patriarcal. Sus andanzas no se entienden sin la existencia de mujeres que la precedieron, como María Pérez, «la Varona», o Estefanía de Valdaracete. Tampoco puede descifrarse su figura sin la presencia de la mujer hombruna y el disfraz varonil en el teatro del Siglo de Oro español, que dio al traste con la sentencia aristotélica de que «no es apropiado a una mujer ser varonil o temible».

El Archivo General de Indias conserva un pedimento de 1626, en el que Catalina solicita una pensión vitalicia y expresa que vistió «en hábito de varón» –bajo el nombre de Alonso Díaz Ramírez de Guzmán–, por amor a las armas y defender la fe católica. Mató indígenas y los maltrató, amparada por una Real Cédula de Felipe III para que los indios rebeldes de Chile fueran esclavizados.

No creo que se trate de un caso de identidad silenciada. El uso de un «yo» narrador masculino bien pudiera legitimar un pasado androcéntrico. Ella, ahora, es quien es.