Ainara LERTXUNDI
Entrevue
MARÍA JOSÉ PIZARRO
SENADORA ELECTA POR EL PACTO HISTÓRICO POR COLOMBIA

«El tiempo de los enemigos debería haber acabado hace muchos años»

Senadora electa por el Pacto Histórico por Colombia, María José Pizarro es también hija de quien fuera máximo comandante del M-19 Carlos Pizarro, a quien mataron el 26 de abril de 1990, 45 días después de haber firmado la paz y siendo candidato presidencial.

La vida de María José Pizarro, como la de gran parte de los colombianos, está atravesada por el conflicto armado, la clandestinidad, el exilio, la tortura y encarcelamiento de sus padres... Su apellido no pasa desapercibido en Colombia. Su padre, Carlos Pizarro, fue máximo comandante de la guerrilla M-19 y también uno de los artífices del acuerdo de paz firmado con el Gobierno de Virgilio Barco el 9 de marzo de 1990. Antes de eso pasó por la cárcel y por un consejo de guerra. Reincorporado a la vida civil y política, el carismático exguerrillero y candidato presidencial por la Alianza Democrática M-19, lo mataron el 26 de abril de ese año en pleno vuelo cuando se dirigía de Bogotá a Barranquilla a un acto electoral. 34 días antes, habían matado al también candidato presidencial de la Unión Patriótica, Bernardo Jaramillo.

Su hija María José ha trabajado desde el exilio y en Colombia por recuperar la memoria de su padre, de lo que significó el M-19 y de las víctimas del conflicto armado que no figuran en el relato oficial. Senadora electa por el Pacto Histórico por Colombia analiza en entrevista a GARA la trascendencia de las elecciones presidenciales de mañana, la posibilidad de un Ejecutivo progresista y el legado tanto de su padre como de una generación de líderes que fue diezmada.

¿Qué espera este 29 de mayo?

Esperamos ganar en primera vuelta. Ha sido una campaña larga y muy intensa. Pero estamos viviendo con mucha alegría el recibimiento de la gente.

Colombia vivió en 2021 un estallido social, con protestas en todo el país, algo inédito en el país. Por primera vez en décadas hay una posibilidad de cambio y giro político. ¿Qué supone esta contienda electoral?

Para nosotros supone cambiar la historia de nuestro país. Hemos vivido una larga historia de hegemonía de los partidos tradicionales y de la derecha. El Gobierno de Juan Manuel Santos y los acuerdos de paz de La Habana fueron un respiro en un país atravesado por el conflicto armado y por una guerra sin precedentes. Tristemente, estamos retrocediendo en la posibilidad de paz que se firmó en Cuba. Estamos asistiendo a una contienda electoral muy difícil en una época complicada para la historia del país. Como decía, estamos viendo un retorno a la guerra, con asesinatos de líderes sociales y ambientales, masacres. Muchos de los territorios están en una situación igual de crítica a la que estaban antes de los acuerdos de paz. Estamos en un clima muy enrarecido con paros armados como el que convocaron las Autodefensas Gaitanistas, que paralizó nueve departamentos de nuestro país. Tenemos una situación de violencia que no nos permite hacer campaña con todas garantías. Pero aunque el clima político es complicado, esta contienda supone la posibilidad de cambiar todo eso y de enderezar el rumbo en muchos aspectos sociales, de materializar la paz para Colombia, que es el anhelo de generaciones completas y, por supuesto, de realizar toda una serie de reformas para ponernos a tono con el continente y poder alcanzar algo de todo aquello que perdimos en esta guerra tan degradada y violenta.

El candidato presidencial del Pacto Histórico por Colombia, Gustavo Petro, ha denunciado amenazas e, incluso, ha suspendido actos de campaña. A su padre, Carlos Pizarro, comandante del M-19, firmante del acuerdo de paz y candidato presidencial lo mataron en plena campaña en el interior de un avión cuando se dirigía a un acto electoral. En lo personal y en lo político, ¿cómo ha vivido estas amenazas a Petro?

Para mí es particularmente difícil porque siento como si se repitiera la Historia. Pero, al mismo tiempo, tenemos la voluntad absolutamente férrea de que Colombia transite por los caminos de la paz y no de la guerra. Eso requiere de nosotros toda la madurez y entereza posible, y ayudar a la gente a desterrar los temores, los miedos en los que hemos vivido durante tantos años. Por eso se tomó la decisión de que Petro siguiera asistiendo a eventos públicos de campaña; no nos van a amedrentar. Como dice Francia Márquez, perdimos tanto, que hasta el miedo perdimos. Estamos dispuestos a superar el miedo y sabemos que la sociedad colombiana nos acompaña.

La candidata a la Vicepresidencia por el Pacto, Francia Márquez, tuvo que ser bajada del escenario en Bogotá después de que en un acto le apuntaran con una pistola láser. Además, durante toda la campaña ha sido objeto de montajes, de insultos racistas... ¿Qué refleja este ensañamiento?

Francia Márquez reúne una serie de características que la ponen en el centro de los ataques por su condición de mujer negra en un país profundamente racista, por ser desplazada, por ser lideresa, por encabezar el movimiento de víctimas, por ser una mujer feminista. Está en el centro de los ataques porque disputa el poder y la hegemonía a los hombres tradicionales, blancos y ricos. Digamos que a toda una estructura social y, por eso, su presencia incomoda.

¿Cómo hubiera sido Colombia si no hubieran matado a Carlos Pizarro y a otros tantos dirigentes políticos y sociales?

Habríamos vivido una Colombia totalmente diferente, muy seguramente habríamos alcanzado la paz hace tres décadas. Habríamos tenido la posibilidad de ponernos a tono con el continente. Alcanzar la paz habría supuesto una vida completamente diferente para generaciones de colombianos. Estamos hablando de tres generaciones que habrían podido vivir en paz, pero, en cambio, tuvieron que crecer en medio de la guerra, de la pobreza, de la desigualdad y de la violencia. Habríamos tenido un Congreso con una talla de hombres y mujeres impresionante, con los liderazgos naturales. Seguramente habríamos tenido un Gobierno progresista, una posibilidad que se aplazó durante tres décadas. Somos los hijos de esa generación los que estamos levantando las banderas y los que estamos tratando de construir una posibilidad dignidad para Colombia. Hoy podemos decirle a Colombia con toda tranquilidad que no somos los hijos de la guerra; nos resistimos a ser los hijos de la guerra y seremos, definitivamente, los hijos de la paz.

Usted es hija de la insurgencia, algo de lo que se sigue sin hablar abiertamente.

Nosotros, de alguna manera, estamos contraviniendo el relato hegemónico. Se nos ha dicho que nuestras historias no pueden ni deben ser contadas, se ha impuesto una narrativa de nación que no nos integra y en la que no nos sentimos representados. Nuestra primera lucha fue por la memoria, no solo por reivindicar la figura de mi padre, sino por recuperar una historia reciente de nuestro país desde otra mirada. Habrá muy pocas familias a las que no les haya tocado la violencia de manera directa y, por tanto, nuestra mayor responsabilidad es construir ese contrarrelato, que se pueda conocer la historia del otro y que a partir de la humanización del otro podamos encontrarnos. No es el momento de vernos como enemigos, sino como adversarios políticos. El tiempo de los enemigos debería haber acabado hace muchos años y es nuestra responsabilidad abrir rendijas para una reconciliación y entender que el otro ha pasado por capítulos absolutamente dolorosos.

¿Se siente libre de decir que es hija de la insurgencia?

Justo he tenido un debate en la que un senador ha decidido cambiar el tema y ha empezado a atacarme a mí en lo personal y a mi familia. No es bien recibido ser la hija de dos guerrilleros ni heredar esta historia. Sigue siendo difícil en términos políticos y sociales, pero es la realidad, somos parte de este país, así no les guste. Así hayan asesinado a nuestros padres, hoy estamos nosotros levantando esas banderas. La sociedad está preparada para esa verdad y eso nos lo demostraron los acuerdos de paz y la construcción de la memoria, el reconocimiento de distintos sectores y el hecho de tener generaciones críticas, conscientes, saliendo a las calles a exigir condiciones de vida dignas. Todo eso es fruto de los acuerdos de paz y de la contranarrativa del movimiento nacional de víctimas. Este país está dispuesto a reconciliarse, solamente tenemos que abrir las rendijas correctas. Si cerramos la cloaca y abrimos las puertas de las aguas, muy seguramente por ahí empezarán a transitar ríos y arroyos diferentes a los que hemos tenido.

En junio, la Comisión de la Verdad presentará su informe. ¿Qué ha supuesto este mecanismo extrajudicial surgido de los acuerdos de La Habana?

Todo el mundo está expectante. Lo van a entregar con el Gobierno saliente y, por tanto, podremos conocer el impacto de los resultados de ese informe en otro Gobierno, que esperemos sea un Gobierno capaz de comprometerse realmente con la reconciliación. Si tristemente estamos de nuevo con un Gobierno uribista, sucederá lo mismo que con la paz, sencillamente será un documento más.