EDITORIALA

Un modelo sin futuro y sin salida para América

La Cumbre de las Américas se abre hoy en Los Ángeles con el lema «construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo». Viniendo de EEUU y conociendo los antecedentes, no está claro si ese lema tuvo o tiene algún significado para el ciudadano común de Latinoamérica, y precisamente esa falta de sentido refleja bien lo que es un intento de conciliar opiniones y posiciones muy distintas, incluso enfrentadas, entre diferentes países. La facultad autoatribuida de EEUU para certificar democracias, para hacer de un supuesto compromiso con la democracia un requisito de asistencia a la Cumbre, sumado a su historia de intervencionismo, lo convierte todo en una broma un tanto grotesca. Y es que no hay país de América Latina que no haya sufrido, de una forma u otra, complots, golpes de Estado o embargos auspiciados por Washington, en la gran mayoría de los casos para apoyar el surgimiento o la continuidad de dictaduras maleables.

EEUU está ansioso por asegurar la continuidad de esa facultad, pero no todos los invitados a Los Ángeles están tan convencidos. Algunos de ellos, muy particularmente México, creen que esa utilización falaz de la democracia no debe ser motivo de exclusión y que el desarrollo económico debe ser el eje de la reunión. Sin embargo, Washington ha negado el acceso a Cuba, Venezuela y Nicaragua a la Cumbre, aunque Cuba sí asistió a las dos últimas.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha expresado su perspectiva sobre cómo deben ser las relaciones en el continente americano. México apuesta por una nueva convivencia entre todos los países de América, porque el modelo impuesto hace más de dos siglos está agotado, porque no tiene futuro ni salida, y ya no beneficia a nadie. Además, si Venezuela, Nicaragua y Cuba no son invitados declaró que estar dispuesto a no asistir. Después de varias visitas de enviados estadounidenses, se ha sugerido que podría enviar a su ministro de Relaciones Exteriores. Lo sabremos hoy. Pero la fuerza del «no» de México, su perfil y posición propia, resuena en toda Latinoamérica.