Dabid LAZKANOITURBURU

Terreno minado para la alimentación mundial

Con muchos países africanos y de Oriente Medio asomados al riesgo de una hambruna feroz por la carencia y el correspondiente precio estratosférico de cereales y fertilizantes, Rusia negocia con Turquía un mecanismo para dar salida a las 20 millones de toneladas de grano bloqueadas en los puertos ucranianos.

El ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, de visita en Ankara, negoció con su homólogo turco, Mevlut Cavusolgu, un plan por el que Turquía se encargaría de desminar el puerto de Odessa y de acompañar a los cargueros ucranianos que serían luego a su vez escoltados por buques rusos a lo largo del Mar Negro para su posterior arribo a los puertos de los países importadores.

La implicación de Turquía es lógica teniendo en cuenta que los tratados internacionales que consagraron el final de la Primera Guerra Mundial le confirieron el control del paso de los Dardanelos y del estrecho del Bósforo, la llave en definitiva de ese estratégico mar interior que desemboca en el Mediterráneo.

El país euroasiático, por su ambigua relación estratégica con Rusia y por sus lazos históricos con Ucrania, trata de erigirse como el mediador en esta guerra. Y hay que reconocer que hasta la fecha el único intento serio de negociación del que hay noticia ha tenido como protagonista a la diplomacia turca.

El Gobierno de Recep Tayip Erdogan asegura que ha recibido por parte de su homólogo ruso y amigo Vladimir Putin garantías de que no aprovechará el desminado para acercar sus buques a las costas ucranianas para atacar ni lanzar un desembarco en Odessa.

El Ejecutivo ucraniano no se fía del presidente ruso y aduce como prueba que mintió a los dirigentes europeos cuando aseguró que no tenía intención de invadir Ucrania. No es ese el único escollo de Kiev para aceptar la intermediación turca. Y es que no acepta la exigencia rusa de que sus cargueros sean inspeccionados por si trasladan armamento en su interior. Ankara trata de implicar a la ONU para superar las reticencias de Ucrania.

Pero no es el bloqueo del grano ucraniano el único factor que pone en un brete la alimentación mundial. La Unión Africana ha pedido a Rusia que libere asimismo su cereal, y sus fertilizantes, de los que es uno de los principales productores mundiales.

Moscú responsabiliza de la crisis a los problemas logísticos para sus bancos y para sus portes marítimos de las sanciones occidentales. Ankara le secunda en denuncia. La UE asegura que sus sanciones no incluyen la exportación de alimentos y acusa a Rusia de utilizar la crisis alimentaria mundial como elemento de presión para aflojarlas.

Algo parecido sucedió con las negociaciones para desbloquear el acuerdo nuclear con Irán. Rusia puso el freno exigiendo que los nuevos compromisos no dieran por descontadas las sanciones contra su economía.

El acuerdo nuclear con Teherán languidece o duerme en la noche de los justos. La alimentación mundial está rodeada de minas. Que matan de hambre.